Escrito por: MasterJuan
3398 palabras
X.
Cuan y Thomas se convirtieron en un par inseparable, por decisión de Herr Karl, severamente controlados por el Verdugo y llevados al extremo por el Entrenador.
Uno junto al otro, siempre, ambos con jaula de castidad y pinzas en tetillas, los dos con mordaza en una gran parte del día, que implicaba una abundante salivación que corría por las comisuras de los labios y de ahí bajaba por el cuello y el torso; con collares en torno a ese mismo cuello, gruesos, pesados y omnipresentes, que se dispuso fueran unidos con una cadena de eslabones de metal de una extensión de 1,5 metros: esa era la distancia máxima en que ambos podían estar separados.
Dormían en la misma celda, comían en la misma banca, hacían los ejercicios juntos y recorrían los km que ordenaba el entrenador unidos, tratando de mantener el mismo ritmo y conservando una distancia equilibrada.
Sentían la respiración el uno del otro, percibían su olor y hasta aprendieron a hacer sus necesidades tratando de respetar al otro, con toda la indignidad que ello implicaba.
La celda era sólo para uno, pero debían compartirla: un día uno usaba la estera y el otro dormía en el suelo. No podían hablar entre ellos, ni mirarse, pero se comprendían totalmente.
Las reglas de conducta y sus consecuencias eran perversas: si uno fallaba, quien recibía el castigo era el otro, así, sin piedad. Y los castigos iban desde azotes, bofetadas, privación de alimentos o agua, empalizadas bajo el sol, colgar pesos de las bolas u otros más extremos, según la decisión del Verdugo.
Uno duchaba al otro, y cada cual se preocupaba de que el compañero luciera lo mejor posible. Ello implicaba esforzarse más en cada rutina, en dar lo máximo en cada entrenamiento.
Y durante esos largos y extenuantes días juntos, cada tarde o noche, cuando Herr Karl descansaba o se relajaba, gustaba de someterlos a duras pruebas.
Una tarde les hizo poner una cadena para unir unas y colgar pesos de esta, hasta llegar a 8 kg, mientras estaban frente uno al otro, mirando al suelo, con las manos en la espalda y la cadena colgando de sus collares al cuello. Era un espectáculo que le agradaba al Amo: ver a sus nuevos esclavos formándose en la resistencia y el dolor, con sus cuerpos ya trabajados, avanzando en su tonificación, bronceados y con las marcas de los castigos. Pero lo que más le agradaba era ver cómo se estiraban bolas y polla por el peso que colgaba de la cadena. Era un espectáculo fascinante, más cuando podía ver los rostros de los muchachos esforzándose por aguantar y complacer.
Porque lo que los motivaba era aguantar, complacer, obedecer, tolerar y servir, aunque ello implicara dolor y humillación.
Era una práctica constante, persistente, agotadora y agobiante. La idea era llevar al extremo a los esclavos, someterlos a una constante presión, a una desagradable conducta, a ...
El Entrenamiento (Parte X)
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