Escrit per: MasterJuan
583 paraules
VII.
Cuan sintió una profunda tranquilidad en esa caja oscura, húmeda y con olor azumagado, tanta que se quedó dormido, del cual despertó con el ruido de los cerrojos siendo removidos para levantar la tapa. Uno a uno fueron saliendo los cuatro esclavos y conducidos a la cuadra donde habitualmente residían: sobrios, discretos, limpios y amplios. Allí se ducharon los cuatro en conjunto. A Cuan le llamó la atención las espaldas aún marcadas por los azotes de los esclavos mexicano y argelino y lo imponente y guapo que era el esclavo alemán.
Cuando salieron de la ducha, el Verdugo sacó a Cuan del grupo y lo llevó afuera del recinto. El prospecto le siguió y adoptó la posición que había aprendido deben seguir los esclavos: firmes, mirada al suelo, manos en la espalda.
El Verdugo habló:
- El Amo ha mostrado predilección por tí y nos ha ordenado que te pasemos a la cuadra de los esclavos. Eso es mucha responsabilidad y no estamos seguros que estés preparado para serlo, pero el Amo lo quiere y se acata.
- Gracias, Señor.
- No digas nada aún, perro…
- Perdón Señor, perdón…
- Para estar con los esclavos necesitas cumplir una serie de requisitos y deberás demostrar que lo puedes asumir. Un esclavo debe aceptar que no vale nada, que su vida no tiene valor, que no existe nada que se parezca a voluntad o libertad, que es propiedad y que se puede hacer cualquier cosa con él. ¿Lo entiendes?
- Sí Señor, lo entiendo y lo acepto.
- No nos interesa ni nos importa que lo aceptes, acá no existes, entiéndelo de una vez. Esto no es un juego. Te vamos a probar hasta el límite y cuando lleguemos a ese límite, lo vamos a romper, eso es lo que haremos. No te pido que lo aceptes, solo te pregunto si comprendes lo que acabo de decirte.
- Sí Señor, lo comprendo.
- Lo veremos, lo veremos. Has visto cómo trato a los esclavos, pues bien, peor te traté a tí.
Cuan sintió un estremecimiento y un vacío en el estómago.
El Verdugo lo cogió del cuello y lo condujo hacia el lugar donde estaban los tres esclavos, almorzando. Allí lo presentó:
- Este perro es irlandés y el Amo quiere que conozca lo que es ser un esclavo. Ustedes tres son esclavos, lo más bajo que existe en esta finca. ¡Tú, perro!, -le dijo al mexicano- - - - ¿Qué eres?
- Soy nada Señor, soy menos que basura.
- Y tú, basura alemana ¿qué puedo hacer con tus bolas?
- Lo que desee, Señor, son del Amo.
- ¡Acércate! - le dijo el Verdugo al esclavo alemán, y a hacerlo éste, le cogió las bolas y se las apretó sin piedad, hasta hacerlo gemir de dolor.
- ¡Gracias, Señor! - fue la única respuesta del esclavo alemán.
- ¿Comprendes ahora de lo que estoy hablando? - le preguntó el Verdugo a Cuan.
Cuan guardó silencio, pensó muy bien lo que iba a decir. Sabía que su respuesta no tenía mayo valor, pero quería...
El Entrenamiento (Parte VII)
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