Escrito por: Dohg
587 palabras
Un grupo de amigos estaba reunido una tarde de sábado en la casa de Marcos. Entre risas y bromas, a alguien se le ocurrió probar un juego que habían visto en internet: hipnotizarse entre ellos. Todos, emocionados y un poco escépticos, decidieron intentarlo.
Después de unas instrucciones básicas y de que Marcos, quien aparentemente tenía más don para la hipnosis, comenzó la inducción verbal, todos quedaron sorprendidos cuando lograron que Luis entrara en trance. Pero lo divertido empezó cuando, por una sugerencia lanzada entre risas, Marcos le dijo a Luis que era un perro.
Al principio, Luis empezó a hacer ruidos de ladrido y a moverse en cuatro patas, sorprendiendo a todos y provocando carcajadas. Sin embargo, cuando intentaron "despertarlo", Luis no reaccionaba, seguía completamente metido en su papel canino. La situación empezó a ponerse un poco seria.
—¿Qué hacemos? —preguntó Marta, mientras miraba a Luis, que apenas levantaba la cabeza cada vez que alguien le hablaba.
Fue entonces que Tomás, con una mezcla de nervios y diversión, decidió tratar a Luis como si fuera realmente su mascota. Le puso una camiseta vieja con estampado de huesos, y tomando un collar que encontró en la mesa, se lo ajustó alrededor del cuello con cuidado.
—Desde ahora te llamarás “Max” —dijo Tomás mientras le rascaba detrás de las orejas—. ¡Buen chico, Max!
Los demás amigos no sabían si reír o preocuparse. Intentaron varias técnicas para sacarlo del trance, desde contar en voz alta hasta pedirle que se concentrara en su nombre, pero Luis seguía actuando como perro.
Mientras tanto, Tomás empezó a darle órdenes cariñosas y a cuidarlo como si fuera su propia mascota. Le traía agua y hasta intentaba enseñarle a “sentarse”, aprovechando que Luis respondía como un perro obediente.
Durante toda una semana, Luis permaneció en su papel de “Max”, el perro mascota de Tomás. Al principio, sus amigos pensaron que el efecto pasaría pronto, pero cada mañana, Luis seguía comportándose como un can juguetón y obediente. Tomás, viéndolo tan entregado a su nuevo “rol”, decidió aprovechar la situación para enseñarle todos los trucos que se le ocurrieran.
Luis aprendió a “dar la pata”, “girar” sobre sí mismo, a traer la pelota y hasta dar vueltas alrededor del jardín con una correa. Tomás se dedicó a cuidar de su nuevo amigo, sacándolo a pasear, preparándole comidas especiales (dentro de lo razonable por seguridad), y asegurándose de que se sintiera parte de la “manada”. Incluso improvisó una pequeña cama en la sala, donde Luis dormía plácidamente cada noche.
Los amigos hicieron un grupo de chat para compartir videos e ideas sobre “trucos” nuevos. Un día, Luis sorprendió a todos cuando, al llegar Tomás del trabajo, saltó contento y movió la cabeza de un lado a otro, imitando ...
Mi amigo Luis/Max
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