Alan es un ingeniero de cuarenta y un años, mide 1’80 de estatura y tiene la piel blanca, el cabello aún oscuro, sin canas. Como buen soltero le dedica varias horas al gimansio, manteniéndose como un hombre fornido y robusto que aparenta unos cuantos años menos de los que tiene.

El ingeniero trabaja en una empresa constructora importante de la capital que realiza obras para el gobierno en distintas ciudades del País, hoy es el único ingeniero de planta en la construcción de un edificio que será la sede del gobierno municipal de un pueblo escondido en la selva del sur del País.

Alan se da cuenta que lleva largo rato mirando fijamente al chalán de la obra mientras mezcla el cemento, se quita los lentes y desvía la mirada rápidamente girándose para comprobar que nadie lo ha visto morbosear con la vista al chico de 19 años.

En esos pueblos y en su oficio no le conviene que se sepa que es homosexual, son lugares en donde podría costarle incluso la vida y de menos perdería el respeto de los albañiles a su cargo. Todos los albañiles en la obra son gente del pueblo contratada para la obra. La mayoría campesinos que por la buena paga de aquel proyecto se dan permiso de abandonar un mes sus tierras.

Son apenas las diez de la mañana pero el calor en aquel pueblo selvático llega cerca de los treinta grados, el chalán carga los bultos de cemento y hace la mezcla sin camisa, su piel es morena y el sol la ha oscurecido más allá de su color natural; aunque es un muchacho delgado su tórax está perfectamente bien delineado y se le asoma cada músculo del abdomen, es un cuerpo esculpido a detalle a base de trabajo duro y una alimentación precaria de campo.

Cuando carga con la pala el cemento y lo coloca en una carretilla que después lleva unos metros adelante a donde los otros albañiles colocan ladrillos, sus bíceps y sus hombros se tensan y se expanden grandes, poderosos; y en ocasiones cuando se agacha su pantalón se baja de más y se asoma el origen de la raya entre sus nalgas que curiosamente tienen más pelo que el resto de su cuerpo.

El chalán se llama Zacarías, es sobrino del maestro albañil. Uno de los hombres de mas dinero en el pueblo porque es dueño de la única tienda en la zona.

La lejanía del pueblo y lo peligroso de la carretera obligan a Alan a pernoctar en la población; el maestro albañil, de nombre Alberto, le renta a Alan una pequeña cabaña al fondo de su propiedad, como es un terreno muy amplio, de varias hectáreas que además tiene animales y sembradíos, es más bien una cabaña perdida en la nada que tiene a sus espaldas la selva.

Zacarías suele vivir en esa cabaña, pero para poder rentársela al ingeniero (y ganarse unos pesos más) su tío lo obligó a mudarse ese mes con ellos en la casa grande a la entrada de la propiedad.

Al sobrino del maestro no le hizo mucha gracia tener que mudarse d...