Ocurrió en un campamento en la montaña. Uno de los guías espirituales era un joven con aspecto hippie, con rastas en el cabello, delgado y algo moreno. Se llamaba Nico, y fue el encargado de guiarme en mis prácticas de crecimiento espiritual.

Cuando nos internamos en una tienda de campaña, nos sentamos en posición de flor de loto sobre un tapete de colores. Entonces Nico se tiró un fuerte y sonoro pedo. Ante mi asombro, sonrió con amabilidad ydulzura, y dijo: No te sonrojes, los pedos son manifestaciones naturales, no tenemos por qué ocultarlos ni refrenarlos. Los pedos nos ponen en contacto con el cosmos y ayudan a liberar energía espiritual y distensionar nuestro cuerpo y nuestro espíritu.

Entonces me invitó a que yo también lo hiciera, y como siempre he tenido un gusto innato por esas cosas, dejé que mis gases fluyeran con libertad.

El primer día, Nico me introdujo en ejercicios elementales de Yoga, siempre invitándome a que dejara fluir mis gases con tranquilidad y confianza, sin ninguna vergüenza. Me dijo que esa era una ofrenda agradable para la Madre Tierra, la Pachamama. También me habló de lo perjudiciar que resultaba una excesiva limpieza para el cuerpo y para el espíritu, y que él jamás usaba productos químicos en su limpieza personal.

En los días que siguieron, Nico me enseñó a apreciar cada vez más la belleza en el acto de apreciar los olores corporales naturales, en especial el mal olor de los pies, que él consideraba un incienso natural que agradaba a los dioses.

Hacia el final de la experiencia en el campamento, Nico me invitó a experimentar relajando todo mi cuerpo y dejando fluir no solo los gases, sino incluso la orina y la mierda, además de la saliba, que debía dejar fluir libremente desde mi boca para que cayera libremente.

Fue así como aprendí, en compañía de mi maestro espiritual, a practicar el yoga como un ejercicio en el que todo lo natural sale a flote. Al final de la experiencia, nos untábamos el cuerpo con mierda y la dejábamos secar, sonreíamos como idiotas y caminábamos libremente por el bosque, pues de ese modo retornábamos a los orígenes primitivos de nuestra esencia humana animalesca, como cavernícolas.

Muchas horas de meditación las pasamos oliéndonos los pies y los culos, mientras nuestros espíritus se compenetraban con la energía cósmica. Así aprendí que la senda de la iluminación espiritual es mucho más interesante de lo que muchos creen.

Fin.