8. Un menú muy especial

La siguiente vez que el macho me usó, antes de reclamarme me dijo que ese día no comiera casi y me citó para la noche. Ese día empecé el proceso para ser una puta premium. Como siempre, estaba en bolas y a 4 patas en su recibidor. Y como siempre el macho me puso el collar y la correa. Y me hizo andar hacia su comedor. Allí se agachó y me dijo:

- Hoy vas a empezar a ser una auténtica cerda. Ya me has demostrado que sabes apreciar lo que un macho puede darte, así que estás preparada. Sube al sofá y quédate a 4 patas ahí.

Después de decirme esto se incorporó y se fue. Yo me quedé esperando encima del sofá a 4 patas. Delante de mí había una mesita baja, de esas que suele haber al lado del apoyabrazos de los sofás, donde se dejan cosas. Pero en esta mesa no había nada.

El macho apareció con un plato con makis, la comida esa japonesa, y lo dejó encima de la mesita que había delante de mí. Después me dijo:

- Hoy tendrás tu primer menú de cerda, pedazo de guarra.

Mientras decía eso se la sacó, tomó un pequeño cuenco, como los que se usan para la salsa de soja, y echó un chorro de su meo en él. Como siempre, era delicioso meo transparente. Y dejó el cuenco encima de la mesita, al lado de los makis. Y dijo:

- Demuéstrame si eres una auténtica cerda, putón.

Entendí perfectamente el mensaje y chorreé como nunca. Tomé un maki y lo mojé bien en el cuenco con su salsa de nabo tan especial, hasta que estuvo bien empapado y empecé a comérmelo despacio, saboreándolo bien y gimiendo levemente, como cuando se disfruta de un plato exquisito. Como la mesita estaba un poco más baja que el sofá, y tenía que agacharme más para comer ese manjar, mi culo aún estaba más en pompa. Era ideal para mi condición. Él estaba ahí de pie viéndome y me dijo.

- Eso es, perra. Una zorra como tú sabe apreciar estos platos. Lo que para muchos sería un humillación, una puta como tú ha de experimentarlo como un privilegio, como algo exquisito, como el mayor de los placeres. Y los machos lo han de notar. Porque así todos quedamos satisfechos. Los machos disfrutan humillándote y tú disfrutas sintiéndote una privilegiada que disfruta de un placer que solo las auténticas putas cerdas experimentan.

Mientras oía esas maravillosas palabras, ya iba por el segundo maki, mojándolo bien en su zumo de nabo. Y él seguía hablándome:

- Muy bien, golfa. Eres una verdadera puta gourmet. Los machos lo pasaremos en grande contigo. Saboréalo bien. Es uno de tus platos especiales para ese paladar de puta guarra que tienes. Has de convertirte en una experta catadora de este tipo de platos.

Yo ya iba por el tercer maki de aquel menú tan delicioso que mi macho me había preparado. Mientras seguía saboreando aquellas delicias, el macho subió al sofá detrás de mí, oí como se bajaba la bragueta y empecé a notar como iba metiendo su rabo en mi agujero. Lentamente, muy despacio. Cuando ya casi lo tenía entero dentro, levanté mi cabeza de la mesa y empecé a revolverme un poco, como queriendo que lo sacara. No estaba acostumbrada a ser montada ni soy mucho de uso anal. Ante eso, el macho reaccionó rápido. Tiró de la correa con fuerza con una mano y con la otra me agarró del cabello de la parte superior de la cabeza, obligándome a levantarme y erguirme más. Con eso mi culo se echó más hacia atrás y su rabo se hundió más en él, o lo que es lo mismo, en mi coño de zorra. Y dijo:

- A ver, pedazo de putón, estás disfrutando saboreando uno de los mejores manjares para ti. Este plato para ti es alta cocina, deberías pagar por poderlo saborear. Así que a seguir comiendo tus makis con salsa de nabo como una cerda y a dejar que el macho te monte sin inmutarte mientras disfrutas de tu menú exquisito. Si tienes tu comida favorita, te dejas montar. Te ha quedado clarito, puta vaciavergas?

El macho tiró más fuerte de mi pelo y me repitió.

- Te ha quedado claro, vaciavergas?! Pues venga. A seguir saboreando la salsa, que se enfría, pedazo de guarra.

Me soltó el cabello y volví a agachar la cabeza para seguir disfrutando de aquella excelente comida. El macho empezó a empujarme lentamente con su polla dentro de mi coño pero sin sacarla. Me balanceaba adelante y atrás mientras estaba comiendo. Después lentamente empezó a sacarla y meterla un poco, sin sacarla del todo. Y me dijo:

- Así, muy bien, perra. Tú a lo tuyo, a comer tu plato especial. Que no quede nada. Comételo todo, cerda.

Él seguía montándome despacio. Yo ya iba por el último maki bien empapado en esa salsa tan exquisita. Y ahí me hundió su nabo hasta el fondo y dijo:

- Perfecto, golfa. Te lo has acabado todo. Ya se notaba que estabas hambrienta. Y ahora, bien preñada.

Noté sus sacudidas llenándome de leche mientras me agarraba por la cintura. La sacó, se acabó de limpiar su polla sobre mis nalgas, se la metió dentro y se subió la bragueta. Y me dijo:

- Buena zorra. Abajo del sofá y en espera, perra.

Así lo hice. Bajé del sofá y me quedé esperando a 4 patas. El macho se quedó sentado en el sofá, encendió la tele y se puso a verla como si nada, conmigo delante a 4 patas. Pensaba que ya me mandaría a casa pero no. Se levantó y salió de la sala un momento. Cuando volvió dijo:

- Zorra, que aún te queda el postre.

Se sentó de nuevo en el sofá y dejó caer su brazo, para que su mano quedara a mi altura. En su mano tenía un helado de esos de hielo. Y me dijo:

- Toma tu postre, vaciavergas. Ven a chupar helado, cerda.

Empecé a chuparlo. Al principio parecía solo agua pero enseguida noté un sabor muy especial e inconfundible y gemí de placer mientras chupaba el helado. El macho oyó el gemido y dijo:

- Vaya, vaya, la puta guarra ya ha descubierto de qué es el helado, verdad?

Volví a gemir mientras seguía chupando y él seguía definiéndome a la perfección.

- Este es otro de tus sabores favoritos y has de acabar siendo una catadora experta.

Era un helado de su leche. Seguramente de varias corridas a las que había añadido agua y luego congelado. Estaba delicioso.

Hubo un momento en que se levantó y pasó el helado por mi coño aún medio abierto y lechoso de haberme montado y preñado y luego me lo devolvió a la boca diciendo:

- Toma, cerda, que ahora seguro que el helado está más cremoso.

Yo seguía chupando el mejor helado que había tomado nunca y el macho empezó a pajearse lentamente. Lo veía de reojo mientras chupaba el helado. Yo ya había acabado el helado, se levantó, me agarró del pelo para dejar mi cabeza a la altura de su polla y me dijo:

- Abre, puta, que te falta el digestivo.

Abrí la boca, me metió su polla hasta lo máximo que pude tragar y empecé a notar como descargaba su leche directamente en mi garganta. Él me apretaba la cabeza para que su polla siguiera bien dentro descargando toda la lefa.

- Así, tragátelo todo, pedazo de puta viciosa.

Con la última sacudida de su corrida, me soltó la cabeza y me dejó que siguiera mamando limpiando con gusto su rabo con mi lengua. Hasta que dijo.

- Suficiente, golfa.

Entonces se la guardó, se subió la bragueta y me dijo:

- Se acabó tu cena de hoy, vaciavergas. No has estado mal, perra. Vas por muy buen camino. Ahora como siempre, orgullosa y andando a 4 patas hasta el recibidor y te piras.

Y así lo hice. Y me fui a casa bien llena y con muchísimas ganas de disfrutar de más cenas como esa.