Las cosas en el trabajo cada vez estaban peor. Las ventas habían bajado un cincuenta por ciento y en los pasillos se hablaba de posibles reajustes en la plantilla. Y encima estaba don Javier, el jefe, con más mala leche que de costumbre. Normalmente es un tio muy borde con los trabajadores y todo el mundo le tenía pánico, pero a mí particularmente me encantaba como me trataba. He de reconocer que soy muy masoquista así que sus broncas y sus desprecios siempre me ponían a cien. En la empresa lo que si se sabía es que yo era gay pero nunca nadie me había puesto problemas ni se habían metido conmigo.

La llamada al despacho de don Javier me daba mala espina. Llamé a su puerta sudando y un poco angustiado-

-Pase.

-Buenos días don Javier, usted dirá.

-Ah, sí, David, hace rato que le espero. No nos andemos con más rodeos. Usted sabe mejor que nadie como van las cosas últimamente. Hay que prescindir de personal y tú sinceramente eres uno de los más inútiles, no te lo tomes a mal, así que estas despedido. Ahí tienes la carta de despido y tu finiquito. Está todo legal como puedes ver.

Casi me caigo al suelo de la impresión, por más que hubiera imaginado esto nunca piensas que te pueda pasar a tí.

Eché un vistazo a los papeles, parecía todo correcto, me pagaban unos 6000 euros por el despido y me quedaba el paro pero aún así ¿que hacía yo sin trabajo? el dinero y el paro se acaba y no estan las cosas fáciles para encontrar otro "curro".

-Porfavor, don Javier, necesito este trabajo, cobraré menos si hace falta pero no me eche.

-La decisión está tomada. Firme y váyase que estoy muy ocupado.

Yo no sé porqué, me arrodillé a sus pies y le agarré de la pierna.

-Don Javier, haré lo que me pida pero no me despida.

-Ten un poco más de dignidad y levantate. Ni aunque me lamieras los zapatos te escucharía.

-Podría lamerle los zapatos y lo que usted quisiera, don Javier.

La mirada se le iluminó y una sonrisa apareció en su rostro. Se sacó el cigarro de los labios y me tiró el humo a la cara. Se sentó en su sillón y me habló:

-Esto puede ser divertido, quizás me alegres el día. Arrástrate hasta aquí y límpiame las suelas de los zapatos con la lengua.

Me lancé a sus pies y puse a trabajar mi lengua como nunca antes. Sujetaba el pie de don Javier por el tobillo y pasaba la lengua de arriba a abajo llevando a mi boca toda la deliciosa porquería que encontraba. En la segunda suela encon...