El destino de Martín (Parte IX)

9.-

Martín estaba esperando para formalizar su rompimiento con Magdalena, pero no deseaba aparecer él como quien lo iniciara. “Fue Magdalena quien inició esto, ella debe terminarlo”. Mientras tanto estaba tratando de estabilizar sus finanzas, su nivel de endeudamiento lo exigía y la tarjeta de crédito exigía pagos onerosos. Había estado viviendo del crédito.

Su trabajo lo mantenía ocupado y se sentía bien haciéndolo. Le daba sentido a su discreta existencia y era un camino de crecimiento personal y profesional. Todo se iba alineando en el trabajo: un segundo abogado del equipo enfermó de un problema muscular que lo tendría al menos un mes fuera de la oficina. Fue Martín quien debió asumir mucho de la carga de trabajo de su colega, entre ellos realizar alegatos en las cortes.

Martín tenía pavor ante ese evento y lo evitaba, buscando abogados pro bono que lo ayudaran en esos trances.

Pero llegó el momento en que debió afrontarlo, si o sí. Nadie podía reemplazarlo en esa tarea. Se lo planteo al jefe, buscando que este lo liberara, pero la respuesta fue negativa:

- Veamos, es inevitable. Sólo debes prepararte. Haz una minuta y elabora un discurso. Trata de no ser muy agresivo, pero tampoco aburrido en la presentación, Recuerda que suelen darte un máximo de 15 minutos, pero a los cinco o siete minutos, te van a interrumpir con alguna pregunta o retrucando los argumentos. Es una cuestión de rapidez mental, de saber escuchar, responder e hilvanar con lo que tenías preparado. No hay que ser agresivo, sino que pausado, pero estando atento. Si ves a uno de los jueces inquieto, apura el tranco en la argumentación.
- Pero… nunca lo he hecho.
- Siempre hay una primera oportunidad. Igual te toca una sala no tan complicada. No demuestras ansiedad, desinterés o nerviosismo. Si perciben eso, serán como lobos tras la sangre y te destrozarán.
- Pero…
- Nada, hombre. Prepara una minuta, la transformas en un discurso y te digo que me parece.

A regañadientes, Martín lo hizo. Casi no durmió en dos noches, por el pavor que sentía ante ese escenario. Estaba tan ansioso que se levantó a las cinco de la mañana, se calzó su tenida deportiva y pese al frío matutino salió a correr por las calles casi vacías de la ciudad y regresó completamente sudad, pero luego de la ducha con agua fría pareció tomar nuevas energías. Sen sintió seguro, pasó a la oficina, habló brevemente con su jefe, que le dio ánimos y se fue al Tribunal.

Tenía que apelar dos fallos de tribunales de primera instancia: uno civil y otro familiar. El civil era sobre un fallo que concedía el desalojo a un arrendatario que llevaba más de treinta años en un local que era su taller y casa, al que lo había reparado y mantenido y que su actual propietario había alzado, con un mecanismo confuso. El laboral era sobre el despido injustificado de un trabajador ...