Escrit per: MasterJuan
1458 paraules
7.-
La vida de un deportista de alta competición es compleja, pues busca ser altamente competitiva, y en consecuencia tiene altas exigencias de preparación, entrenamiento, desarrollo de técnicas, infraestructura, equipamiento, alojamiento y alimentación. Pero en el caso de ser deportistas universitarios, la exigencia propia se ve pensionada con el cumplimiento de los requisitos de estudio, clases, talleres, trabajos, lecturas y materias asociadas.
En el caso de Mateo y Max, eran depositaras altamente expectados, lo que incrementaba la presión sobre ellos. Es por ello, que el entrenador hizo un gran plan que incorporaba todos los factores posibles y los ordenó conforme a las prioridades de cada momento.
En un tiempo, el entrenamiento físico, en otro, el trabajo de la técnica, el otro, el de la fortaleza física y mental. En otro serás los estudios, las clases, etc.
En esa gran matriz, el entrenador sumó unas exigencias de disciplina y control que implicaba que los muchachos estuvieran dispuestos a hacer todo lo que éste les indicara. Y las exigencias no eran pocas.
A la jaula de castidad, ahora era dormir en el suelo y llevar pinzas en las tetillas en el caso de Max.
Max padeció el dolor de las tetillas castigadas por varios días, hasta que estas se acostumbraron a ese tratamiento. El dolor disciplinaba, permitía sublimar las molestias, avanzar en otros estadios. Por eso, el esfuerzo de Max en cada entrenamiento hasta llegar a la falla del músculo o alcanzar la postura correcta, o bien alcanzar la técnica adecuada, ya era tolerable frente a los otros dolores que estaba experimentando.
Dormía en el suelo ya por una semana y se había acostumbrado y le estaba facilitando en el entrenamiento. Se sentía más firme, duro y preparado. Su rendimiento se había incrementado, era evidente y los registros lo acreditaban. Pero ello sólo justificaba la exigencia, no lo relajaba.
Las pinzas no se acabaron, no, se incrementó en media hora hasta llegar a 60 minutos cada día.
El Entrenador tomó una decisión: permitirles tener sexo los días domingos en las tardes. Por eso debían ir a su residencia para que les quitaran sus jaulas y volver antes de las 20:00 a volver a instalárselas.
Ese primer domingo de libertad, tuvieron sexo intenso y duro. Cada vez más rudo, no se negaron a nada, explorando y descubriendo, practicando nuevas posturas y prácticas.
Max, que había desarrollado una especial afición y sensibilidad con las tetillas, comenzó a morderle y trabajar las de Mateo, que descubrió una sensación nueva en esa parte de su cuerpo.
Al segundo domingo de esta práctica, el Entrenador los interrogó:
- ¿Quién es el pasivo? - preguntó mirando a Max.
- Yo Señor, yo soy el pasivo.
- Esta bien. - No dijo nada más pero lo anotó mentalmente.
Y esa noche, cuando vol...
El Entrenador (Parte III)
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