Escrito por: MasterJuan
2293 palabras
4.-
Salieron molestos y en silencio de la oficina del entrenador. Caminaron hasta la pasarela afuera de la piscina universitaria y fue Mateo quien rompió el incómodo silencio:
- Te pido que aceptes todo y no digas nada. El entrenador es muy bueno en lo que hace, pero también muy severo y tiene mucho poder. Puede afectarme mucho en mi carrera. Solo te pido que lo aceptes.
- Está bien, si lo dices, lo haré. - dijo Max poco convencido.
Max no dejó de pensar en lo que había vivido. Se sentía violentado, humillado, controlado y manipulado por el entrenador. No le agradaba la situación, pero le complicaba la solicitud de Mateo. Deseaba seguir viéndolo y parece que el precio era aceptar las condiciones impuestas. El viernes terminó sin juntarse, cada uno para su lado.
Lo siguió pensando, aunque no hizo nada. Pegado en una idea, al final se paralizó. Esa noche fue inevitable masturbarse pensando en Mateo.
El sábado, a primera hora, se presentó al entrenamiento en la piscina. Ya estaba Mateo allí, listo. Ese día fue intenso: dos horas en el gimnasio, con una rutina extenuarte, de brazos y piernas, para luego pasar al foso seco. El foso seco es una piscina sin agua, pero llena de espuma, para preparar y practicar saltos, en caídas reiteradas y con un mayor nivel de seguridad.
Luego llegó la hora del almuerzo. Max ni siquiera rió a Mateo, que estuvo todo el rato en la piscina, preparando la primera competencia del año.
En la tarde pasó a la piscina y ahí se dedicó al trampolín, en una jornada intensa y sin descanso. Ahí estaban sólo el equipo más avanzado y Max, en cierta forma era un honor, aunque era en verdad un castigo.
En total siete jóvenes clavadista entregándolo todo. No hay cansancio, no se permite. El entrenador observa, instruye, corrige, ordena repetir posturas, grita señalando los errores y exige mejorar.
Ejerce una total autoridad y reprende sin miramientos. Todos le respetan, nadie le cuestiona. Es la autoridad y el poder, el que manda en todo y sobre todos.
A las cinco, se retiran cinco clavadista y quedan solo Max y Mateo.
- Todos a las duchas, salvo Max y Mateo - dice con severidad.
Lo que siguen son 90 minutos de una intensa preparación de saltos y posturas. Justo a las 18:30 les ordena ducharse y vestirse.
Se advierte cierta tensión. Ambos muchachos obedecen, casi sin hablar. Se duchan, secan y se visten, con ropa deportiva y luego van al sector de las oficinas del entrenador. nadie les ha dicho nada, pero suponen que los quiere ver.
Y aciertan. Saben que tienen un tema pendiente con el entrenador. El entrenador lo sabe y ha mantenido la tensión con su actitud severa y escrutadora.
Les hace pasar y les observa:
Pueden rendir mucho más. Necesitan concentrarse y enfocarse. Nada de distracciones, centrarse en objetivos claros....
El Entrenador (Parte II)
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