Historia de Irrealidad - Parálisis Permanente - Segunda parte: Jo, Qué Noche

Vas por ahí sin prestar atención
Y cae sobre ti una maldición.
En las piscina privadas las chicas
Desnudan sus cuerpos al sol.
No des un mal paso, no des un mal paso,
Esto es una escuela de calor.

Escuela de calor, Radio Futura


"¿Pero queréis violarme de una vez, hijosdeputa maricones?"

Esta es la frase que jamás creí que pensaría, pero que en la presente circunstancia me pareció lo más natural. En este momento, estaba doblado por la cintura sobre el respaldo del sofá, mi culo y mis piernas rígidas al aire, y mi cara escondida detrás del mueble, donde se junta todo el polvo, la cara aplastada contra la pared, y mi nariz limpiando lentamente el polvo acumulado en el borde superior del rodapié. Comprensiblemente, mi humor era bastante de perros.

Para colmo de indignidades, Josechu y Agustín (los dos activazos con arneses), que ahora hablaban tranquilamente sentados en el suelo, recostados en el otro sofá, habían pensado en la gracia de coger unas flores de plástico de un jarrón de la mesita de los condones, y me las habían empotrado en el culo, con lo cual ahora era el atípico hombre florero, y nadie parecía apresurarse a desflorarme. Cosa que hubiera agradecido, porque dentro de esta situación de parálisis del sueño tan agobiante, era lo único en cierto modo positivo. Si por lo menos alguien me follara, eso que salía ganando.

Lo primero que iba a hacer al recuperar el don del movimiento, era estrangular al jodido DJ. Ni a los osos con arneses, ni siquiera al cabrón de Romualdo. Estaba poniendo un arreglo sampleado de Fiesta de los Maniquíes, de Golpes Bajos, de forma que repetía machaconamente el estribillo con un sample: "Fiesta de los *MARICONES*, Fiesta de los *MARICONES*", con una voz gruesa, una y otra vez. Seguro que todos los maricones de la pista de baile, empastillados hasta arriba, se reían sin parar, pero juzgad la gracia que me hacía a mí, en mi presente circunstancia...

También había meditado en mi mente, cuando se me quitara la parálisis, para quién iba a ser la denuncia por sexo no consentido. Acaso para Josechu y Agustín, que me habían follado, pero claramente me habían tomado por un muñeco. Para el jodido de Romualdo, por dejarme tieso a pastillazo limpio, pero las pastillas me las tragué yo. Al club por no vigilar que la gente se ponga mala en su establecimiento, pero no van a poner un inspector en el cuarto oscuro a mirar que la gente no tome muchas pastillas. Al final, el culpable siempre resultaba ser yo, por escuchar a semejante mentecato como el Romu, y dejarme llevar a sus sempiternas trampas. Tampoco es que en realidad fuera a poner ninguna denuncia, en el bufete ni he salido todavía del armario, pienso hacerlo lenta y paulatinamente, según cómo me vaya en él, y salir con una denuncia por violación y drogas en un club gay, pues como que no es lo más discreto del mundo.

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