Primer encuentro con Amo real en el Campo

El teléfono suena un martes por la tarde. Es un número desconocido.

"¿Aló?", contesto.

"¿Eres el cerdo que publicó el aviso buscando Amo?", me dice una voz grave, ronca, marcando su carácter dominante al instante.

Se me pone la piel de gallina. "Sí... sí señor", respondo tratando de controlar el temblor en mi voz.

"Me llamo Don Ricardo. Tengo una parcela, a dos horas de Santiago. Leí lo que escribiste. Dices que eres activo pero sumiso. Explícame esa huevada."

Trago saliva. "Señor, yo... mi verga funciona, me gusta penetrar, pero necesito un Amo que me domine, que me trate como lo que soy, un animal de trabajo."

Silencio al otro lado. Luego una leve risa.

"Ya veo. Eres un cerdo que quiere que lo usen como bestia de carga, pero sin que le toquen el culo. ¿Me equivoco?"

"No señor, tiene razón."

"Perfecto. Necesito un esclavo gordo y fuerte para trabajar en mi campo este fin de semana. Llegarás el viernes a las 6 de la tarde. Te mandaré la ubicación por WhatsApp. Traes solo tu carnet de identidad. Nada más. ¿Entendido?"

"Sí señor."

"Una cosa más, cerdo. Desde que llegues a mi propiedad, no hablas a menos que yo te lo ordene. ¿Está claro?"

"Sí señor."

"Nos vemos el viernes. No llegues tarde o te va a ir como las huevas."

Corta.

Me quedo mirando el teléfono. Mi verga ya está dura. Faltan tres días.

El viernes salgo de mi casa a las 3 de la tarde. Manejo mi auto viejo por la Ruta 5 Sur. Cada kilómetro que avanzo siento más nervios en el estómago.

¿Qué mierda estoy haciendo? ¿Y si este huevón es un loco? ¿Y si me hace algo malo?

Pero mi verga no miente. Está dura desde que salí de mi casa.

A las 5:30 de la tarde, doblo hacia un camino de tierra. La ubicación que me mandó Don Ricardo me lleva por un camino lleno de baches rodeado de viñedos. No hay casas cerca. Estoy completamente solo.

Finalmente veo un portón de madera grande con un letrero con su dirección y una advertencia que dice: "Propiedad Privada".

Toco el timbre. Una voz sale del citófono.

"¿Quién es?"

"Soy... soy el esclavo que llamó el martes, señor."

"Llegaste a tiempo. Entra y estaciona al lado del galpón."

El portón se abre lentamente. Avanzo por un camino de tierra hasta llegar a una casa patronal antigua de adobe, rodeada de galpones y bodegas. Hay tractores viejos, herramientas oxidadas, y al fondo veo unas hileras de parra de uva.

Estaciono donde me indicó. Bajo del auto. Hace frío. El sol está empezando a caer.

Veo a un hombre salir de la casa. Es moreno, de unos 50 años, pelo corto, barba descuidada, gordo, con overol de granjero manchado de tierra. Botas de goma negras hasta las rodillas. Tiene una mirada dura, de hombre que ha trabaja...