Escrito por: gordipasovi
4683 palabras
Cuando tenía veinte años, hubo una memorable ocasión en la que me masturbaba poniéndome pinzas en los pezones, sentado delante del ordenador. Acostumbraba a mostrarme por webcam a gente por internet, metiéndome dildos en el culo y corriéndome a litros (era muy lefero entonces). Me masturbaba, digo, y me puse una pinza en mi pequeño pezón izquierdo pillando muy poca piel, de un modo muy doloroso. El dolor se me subió al cerebro de una forma brutal, tanto que tuve una sacudida por todo el cuerpo. El chorrazo de semen, disparado en vertical, casi me golpeó la cara. En efecto: me corrí de dolor.
Cometí el error de contárselo a mi Amo, quien desde entonces ha intentado reproducir el fenómeno, hasta el momento sin éxito, pero no por falta de intentarlo. Recordarán los lectores cómo este gordo e indigno esclavo solicitó a su Amo ver y adorar su cuerpo desnudo, lo que todavía no había podido hacer, pero a cambio convino en el merecido castigo que le correspondía por su insolencia. Ahora, y tras haber disfrutado adorando el fuerte y velludo cuerpo y la adorada y grande polla en su boca, había que pagar el precio. Atada cada mano a los postes de la cama, con pinzas causando dolor a los pequeños y bonitos pezones, muchas otras pinzas dejando marcas en la piel sin vello de la gorda barriga, el esclavo, la boca amordazada por una mordaza de bola, no podía sino gemir al ver cómo su Amo ahora procedía a poner más pinzas en su coño, esto es su ridículo pene, hundido bajo la gran barriga, en los pequeños pliegues de piel donde más duelen. Debatirse sólo sirvió para mostrar su miedo.
En terminología pornográfica, existe lo que se llama Fupa. Esto sucede cuando un hombre o mujer obesos tiene exceso de grasa en su área púbica, quedando abultada como una segunda y pequeña barriga. Este gordo esclavo, por supuesto, tiene una marcada Fupa, que oculta su pene. A mi Amo le encanta esta zona de mi cuerpo, que a mí me avergüenza, por la oportunidad que le ofrece para ponerme múltiples pinzas en una zona tan sensible, y con la piel tan suelta. Acabé con cuatro pinzas a cada lado de mi clítoris, formando un collar de dolor y humillación...
Transido de dolor como estaba, mi Amo no dudó en dar pequeñas palmadas a las pinzas por doquier, creando constelaciones enteras de estrellas de dolor que cruzaban ante mis ojos. Mis gemidos apagados, pues la mordaza de bola era bastante grande para mi pequeña boca, y no me dejaba objetar, con toda seguridad agradaron a mi Amo. Pero esto no se detuvo ahí; mi Amo tomó la almohada de la cama, poniéndola no sin trabajo debajo de mis riñones. Arrastrar mi gordo y enorme cuerpo no es tarea fácil, pero finalmente mi Amo consiguió que mi abdomen estuviera en ángulo con respecto a la cama, dejando mi pene, perineo y ano apuntando al aire. La postura era algo incómoda, y todo el desplazamiento no había aliviado en nada el dolor de las pinzas, sino al contrario. ...
Adoración y Castigo - Parte 2 - Castigo
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