El despertar de un AMO

Era 2003. Internet aún sonaba a módem de 56k, el Messenger vibraba cada dos por tres y el lugar donde todo pasaba de verdad era el chat de Chueca.com. Allí, entre nicks como “activo_mad_28”, “pasivo_busca_amo” y “polla_gorda_19”, un chaval de veintidós años llamado Dani pasaba las noches con la polla dura y el corazón latiendo a mil.

Dani no sabía aún que era Amo. Sabía que le ponía cachondo mandar, que le gustaba imaginarse a tíos mayores de rodillas, que cuando se hacía una paja pensando en dominar se corría más fuerte que nunca. Pero nunca había dado el paso. En su cuarto, con posters de Linkin Park y el monitor CRT parpadeando, se metía en las salas de “Amo y esclavo” y “Busco sumiso real” con el nick “Chico22_Mad”.

Una noche de octubre, privado:

maduro_servil_52: hola chico
maduro_servil_52: tienes foto?
Chico22_Mad: sí, te la paso
maduro_servil_52: joder… qué cara de niño malo tienes
maduro_servil_52: me pones muy burro
Chico22_Mad: y tú qué buscas exactamente
maduro_servil_52: servir. adorar. que me uses como quieras
maduro_servil_52: vivo solo en chamberí. si quieres venir… te como la polla hasta que te corras en mi garganta
maduro_servil_52: sin compromiso, primera vez o no, me da igual. solo quiero arrodillarme delante de ti

Dani se quedó mirando la pantalla. El corazón le iba tan rápido que casi le dolía. Nunca había quedado con nadie. Nunca había sentido una boca de verdad. Escribió temblando:

Chico22_Mad: cuándo
maduro_servil_52: cuando tú digas. mañana?
Chico22_Mad: ok. mañana a las 8
maduro_servil_52: te paso dirección. puerta abierta, entra directo. estaré de rodillas en el salón

Al día siguiente Dani se pasó la tarde como un flan. Se duchó tres veces, se puso el bóxer que más le marcaba el paquete, vaqueros rotos y una camiseta negra ajustada. En el metro rumbo a Chamberí iba empalmado y con la sensación de que todo el vagón lo miraba. Llegó al portal, respiró hondo y subió.

La puerta estaba entornada, tal como le había dicho. Empujó. El piso olía a incienso y a hombre. Luces bajas, música chill-out de fondo. Y allí, en medio del salón, de rodillas sobre una alfombra, desnudo salvo un arnés de cuero negro y un collar ancho: un hombre de cincuenta y tantos, pelo canoso corto, cuerpo cuidado pero con barriga de señor, polla pequeña enjaulada en una jaula de metal rosa. Al ver a Dani levantó la mirada y habló con voz ronca:

—Buenas noches… Amo.

Dani se quedó helado en la puerta. Aquella palabra le golpeó como un rayo directo a la polla. “Amo”. Lo había leído mil veces en el chat, pero oírlo en carne y hueso era otra cosa. El sumiso bajó la cabeza.

—Puedes pasar, por favor. Estoy aquí para servirte.

Dani cerró la puerta. El clic sonó co...