¿Nuevo esclavo?. Eso me creía.

Él es de Sevilla, yo de Madrid sin sitio.

Estuvimos muchas semanas hablando.

Hablamos de las acciones y de sus límites. Estaba muy entusiasmado.

Dejamos claro sus límites.

Por fin dice que viene a Madrid. Es lunes y dice que llega el miércoles, que tendrá un apartamento en alquiler dos días y que siempre viene a Madrid una vez al mes.

El martes por la tarde se supone íbamos a dejar claro dónde nos vemos. La idea es primero tomar algo y conocernos y después decidir, ya que yo busco algo fijo.

Pasa el tiempo y no se conecta. Miércoles, más de lo mismo.

Menudo cabreo. Pero enseguida me calmo, pensando que es algo muy frecuente en la web. Mucho hablar y a la hora de la verdad, nada de nada.

Después de un año, vuelven a escribirme y voy sospechando que es él. Dice llamarse Carlos.

Por fin los dos vamos recordando y acabo comentándole que estoy muy cabreado con él por lo que hizo.

Acabó pidiendo perdón y que se había arrepentido mucho de lo que ocurrió. Volvimos a hablar de todo varios días y por fin me dice que el día 26 llega a Madrid y que promete presentarse y tomar algo y decidir si quiere ser mi esclavo.

Día 26. 16,30. Nos conocimos por fin, se presentó, está vez fue legal. No hubo que tomar nada, hablamos un poco y decidió allí mismo ponerse a mi servicio. Fuimos al apartamento.

Él ya sabía lo que tenía que hacer nada más entrar. Yo bajé las escaleras y me senté en el sofá. Se desnudo y dejó su ropa bien doblada, bajo las escaleras y se puso de rodillas dándome la espalda.

Me quedé admirando ese cuerpo, que parecía iba ya pertenecerme. Me levanté y fui a inspeccionar todo por detrás. Fui girando hasta ponerme delante de él que miraba, como debía ser, al suelo. Le levanté la cara y le solté 4 bofetadas, 2 en cada mejilla. Le sobé un poco, lo puse a 4 sobre un puff que había y le empezé a azotar el culo con todas mis ganas, recordando todo lo que me hizo la primera vez y que no se presentó. Por sus mentiras y engaños.

Cuando me cansé y ya tenía el culo muy colorado, le pillé de una oreja y le lleve a la cama atándole en cruz boca arriba. Le puse pinzas en los pezones y empezé a inspeccionar a mi esclavo. Acariciando, besando y buscando todos sus zonas erógenas. Donde tenía más cosquillas, para en el futuro tener bien en cuenta todo esto y saber que partes de su cuerpo serán para aplicar castigos y que acciones tomar cuando se porte mal o bien.

Al terminar le quité las pinzas, que le dolió mucho después del tiempo con ellas puestas y se las estuve acariciando y punzando con las yemas de mis dedos. Gruñía mucho y se retorcía. ¡Que gusto ver esas reacciones!.

Le di la vuelta y volví a atarlo en cruz. Esta vez tocaba espalda.

Pillé el flajelador y empecé a azotar culo y espalda y le puse todo bien col...