El Entrenamiento (Parte VIII)

VIII.-


La vida de un esclavo es dura, sin libertad, con ausencia absoluta de capacidad de decisión, solo debe obedecer y servir, su cuerpo y mente no le pertenecen y el Amo puede hacer lo que quiera con él. No es un juego, es una realidad. Cuan lo vive.

Esa era su fantasía, pero ahora es lo que está experimentando. Debe aprender a convertirse en un esclavo. Se le somete a un exigente y duro proceso de reeducación, un verdadero lavado de cabeza. Pero lo que favorecía el trabajo del Verdugo y el Entrenador era la naturaleza sumisa de Cuan y su disponibilidad a ser sometido, lo que ya había advertido el Cazador en su reporte al Amo.

No obstante, había que hacer el trabajo y borrar todo vestigio de voluntad e identidad del proyecto de esclavo. había que hacerlo y con la mayor radicalidad posible.

Cuan, en consecuencia, se le sometió a un entrenamiento duro e intenso, destinado a eliminar todo vestigio de voluntad, a quebrarlo, mediante la humillación, el control, las reglas y los castigos. El Verdugo y el Entrenador tienen carta blanca para hacer lo que sea necesario para que el entrenamiento sea fructífero.

Desde el momento en que el Amo se lo comunicó, Cuan se trasladó al pabellón donde estaban los tres esclavos permanentes, pero no tenía habitación para él, debe dormir en el suelo, en el pasillo que conduce a las habitaciones de aquellos.

Lo asume, acta y calla.

Pero ello no basta, deben reducirlo a un estado de indignidad total. Le obligan, entonces, a atender a sus tres compañeros, esclavos como él. Lo pueden usar en cualquier momento que dispongan, sin pedir permiso, sin indicar razones, sin límites.

Y así sucede. Esa noche el mexicano lo folla sin piedad, en tanto que el argelino le ordena hacerle sexo oral. El único que no le abruma con demandas y que solo le acaricia es el alemán.

Cuan está en un estado de alienación absoluta, no sabe distinguir estos momentos como una realidad o una fantasía demasiado intensa. Se va decantando en él un profundo sentimiento de aceptación y resignación, de certeza que está haciendo lo correcto, que lo que sucedes es algo necesario.

No olvida las molestias, el dolor, la incomodidades. las plantas de los pies están sensibles y padecen la falta de calzado, le hieran los pisos duros y fríos, así como la dura hierba y los afilados guijarros que debe cruzar.

Está cansado, pero no exhausto. Comprueba que tiene fuerza para soportar entrenamiento y castigo, pero sobre todo humillación. Cada expresión que lo degrada, cada acto que lo humilla, lo hiere, y molesta, pero su aceptación le da más fuerzas. Llega a necesitarlos.

Le duele el agravio y el maltrato, la degradación a que le someten el Verdugo y el Entrenador, pero entiende que es lo que corresponde: él es inferior a ellos; pero lo que más duele es el trato que le brindan sus propios c...