CAPÍTULO 1: LA LLEGADA Y LA DESINTEGRACIÓN

CAPÍTULO 1: LA LLEGADA Y LA DESINTEGRACIÓN


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PRÓLOGO: LA DECISIÓN


Me llamo Ray. Tengo 70 años. Soy gay, pasivo, sumiso. Y llevo dos años muerto por dentro.

Mi Amo murió hace dos años. Cáncer. Tres meses desde el diagnóstico hasta el final. Me dejó solo, sin rumbo, sin propósito. Intenté seguir, pero sin Él, solo era un cuerpo viejo que respiraba.

Vivo en Lamalou-les-Bains, un pueblo pequeño en el sur de Francia, a 40 kilómetros de Béziers. Trabajo aquí, pero mi corazón siempre estuvo en España. Durante esos dos años probé de todo para llenar el vacío. Aplicaciones, webs, grupos de BDSM en Montpellier, Béziers, incluso en Barcelona. Encontré docenas de "amos". Todos eran una puta mentira. Tíos que jugaban a ser dominantes los fines de semana. Que tenían palabras de seguridad para todo. Que paraban cada cinco minutos para preguntar "¿estás bien?". Que confundían el BDSM con teatro amateur.

Yo no quiero teatro. Quiero entrega total. TPE. Total Power Exchange. Quiero que alguien me despoje de todo: voluntad, identidad, control. Quiero ser propiedad. No un novio sumiso. No un compañero de juegos. Propiedad.

Así que busqué en España.

Encontré dos perfiles que me llamaron la atención.

Marc, 38 años, Gerona/Barcelona. Dominante profesional. Estructurado. Tenía pareja. Me ofreció un fin de semana de "exploración intensa". Palabras de seguridad. Aftercare. Respeto. Todo muy correcto. Demasiado correcto.

José, 45 años, Granada. Su perfil era brutal: "Busco sumiso mayor para TPE real. Sin juegos. Sin palabras de seguridad salvo 'rojo', que significa fin definitivo. Si la dices, se acabó para siempre. Vienes a mi casa, eres mío. 48 horas. Sales transformado o no sales."

Hablé con ambos durante semanas. Marc me pareció seguro, profesional, predecible. José me dio miedo. Miedo de verdad. No el miedo excitante del BDSM. El miedo real de saber que si entraba en su casa, no habría vuelta atrás.

Elegí a José.

Porque llevaba dos años muerto. Y necesitaba sentir algo. Aunque fuera terror.

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PARTE 1: EL VIAJE


Son las 6:00 de la mañana del viernes. Salgo de Lamalou-les-Bains en mi coche. 945 kilómetros hasta Granada. 9 horas de viaje. 9 horas para arrepentirme.

Los primeros 50 kilómetros hasta Béziers los hago en piloto automático. Autopista A9 hacia Barcelona. El sol empieza a salir sobre las montañas. El Mediterráneo brillará pronto a mi derecha.

Mi cerebro está en guerra.

El córtex prefrontal (la parte lógica, racional, responsable) me grita: "¿Qué coño estás haciendo? Tienes 70 años. Vas a conducir casi 1.000 kilómetros para entregarte a un desconocido. Esto es una locura. Puedes morir ahí. Nadie sabe dónde estás."

El sistema límbico (la parte ...