Nueva vida en Madrid - 4

Capítulo 4: Transformación Completa

Álex despertó en el colchón fino del suelo. Era sábado. Las 10 de la mañana. Su cuerpo estaba dolorido por el castigo del día anterior. Las marcas de la fusta, la vara y la pala cubrían su culo en tonos morados y rojos. Los pezones le ardían donde las pinzas de aguja se habían clavado.

Sergio seguía durmiendo en la cama. Los sábados se levantaba más tarde.

A las 11:00, su Amo se despertó. Sin decir palabra, se giró hacia el borde de la cama. Álex ya sabía lo que tocaba.

Se arrodilló junto a la cama, abrió la boca.

El chorro de meado matutino le llenó la boca. Más concentrado, más amargo que nunca. Tragaba rápido, el líquido caliente bajándole por la garganta. Ya no le daba asco. Era su ritual.

"Buenos días, cerdo. Prepárame el desayuno. Café, tostadas, zumo. Y date prisa."

"Sí, Amo."

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Álex fue a la cocina completamente desnudo. Mientras preparaba el café y las tostadas, Sergio apareció en la cocina también desnudo, con una manzana en la mano y un cigarro encendido.

Le dio un mordisco a la manzana. Masticó. Pero no tragó.

Escupió el trozo masticado directamente al suelo de la cocina.

Otro mordisco. Otro escupitajo.

Luego sacudió la ceniza del cigarro encima de los trozos de manzana masticada.

Álex le miraba sin entender.

Sergio carraspeó y escupió un gargajo espeso encima del montón. Luego apagó el cigarro, aplastando la colilla sobre la mezcla asquerosa del suelo.

"Ahí tienes tu desayuno, esclavo."

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Sergio se sentó en la mesa y empezó a desayunar tranquilamente. Álex se quedó mirando el suelo.

"¿A qué esperas? Limpia. Y desayuna. Con la lengua. Todo."

Álex se arrodilló. Miró la mezcla repugnante: trozos de manzana masticada, empapados en la saliva de su Amo, cubiertos de ceniza gris, con el gargajo espeso encima y la colilla del cigarro como guinda.

Acercó la cara. Sacó la lengua.

Empezó a lamer.

El sabor era indescriptible. Dulce de la manzana mezclado con el amargor de la ceniza, la textura viscosa del gargajo, el papel quemado de la colilla. Todo empapado en la saliva de su Amo.

Y mientras lamía, se dio cuenta de algo perturbador.

Estaba agradecido.

Agradecido por poder limpiar la mierda que su Amo tiraba al suelo. Agradecido por ser usado de esta manera. Agradecido por tener un propósito.

¿Qué coño le estaba pasando?

Terminó de lamer todo. El suelo quedó limpio, brillante de su saliva. Se incorporó ligeramente, mirando a su Amo comer.

"Amo... ¿puedo pedirle permiso para algo?"

Sergio le miró con curiosidad.

"Habla."

"¿Puedo... puedo besarle los pies? ¿Chupárselos?"

Sergio sonri...