El Acompañante (Parte XI)

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Lo que para algunos podrían ser onerosas rutinas, para Facundo era el orden requerido, la perfecta secuencia de sus días. Sabía que tenía que hacer en cada momento y cada día tenía un afán específico. Nada en su cotidianidad estaba entregado a la improvisación.

Si para el ojo profano ello parecía un control que ahogaba, que limitaba la libertad exageradamente, para Facundo era una vida plena y satisfactoria Ahora lo sabía: era lo que había estado buscando.

Temía a las zozobras y las angustias y estaba dispuesto a ceder más libertad aún si ello le daba más certezas y absoluta fidelidad a un programa de vida delineado y absoluto.

Estaba cada día más entregado a servir y complacer, aún a costa del control total. No estaba arrepentido, de verdad que no lo estaba. Y lo pensaba profundamente.

El jefe, en tanto, estaba convencido que debía llevar aún más allá de los límites actuales debían superarse. Estaba seguro que podía esperar aún más de su asistente.

Facundo se percató que tanta rutina, que el entrenamiento constante e intenso y una supervisión exigente y demandante daban resultados. Tuvo plena conciencia de aquello cuando estaba ejercitándose una mañana y empezó a posar frente a un gran espejo: la espalda y las piernas estaban muy crecidas, pero lo más notable eran sus pectorales y brazos: marcados y fuertes. Los pezones estaban levantados y duros. Una delicia.

Los días sábado y domingo, en ausencia de Juan Bernardo, los destinaba a entrenar en el gimnasio, nadar en la piscina, estudiar y leer. No hacía nada extraordinario y seguía su estricta rutina, con la única excepción que no estaba el jefe a quien servir y reportarse.

Juan Bernardo solía salir temprano los sábado, porque tenía la custodia de sus hijos. De eso no hablaba y no hacía comentarios ni pedía programación.

Solía llevarlos donde su madre y pasaba con ellos el sábado desde las 10:00 de la mañana y los entregaba a la madre antes de las 18:00 horas del domingo. Por eso solía salir antes de las 8:00 AM para desayunar con su madre y luego ir a la casa de su ex esposa por los hijos de ambos.

Pero este sábado evitó ir primero a la casa de su madre para preocuparse de nuevas instrucciones y rutinas para Facundo. Lo llamó temprano, pasadas las 06:00 AM, para decirle:

- Quiero que cumplas una prueba para ver tu resistencia.
- Dígame Señor lo que desea que haga.
- Hay una tinaja atrás de la casa, acompáñame.

Y fueron hasta una tinaja, que Facundo nunca había visto hasta ese momento, pese a que llevaba ya varias semanas viviendo en esa casa. Estaba atrás de la casa, en una terraza que conducía a la piscina. Tenía un metro de alto y un diámetro de unos 80 cm, con una capacidad de 1.000 litros, aproximadamente. Justo al lado, había una nevera, que Facundo si había visto, pero pensaba que ...