PISO DE ESTUDIANTES(I)

PISO DE ESTUDIANTES(II)
Lo que no sabía Aitor era que las cosas iban a empezar tan pronto. Alfredo lo despertó pronto por la mañana y le dijo que se vistiera con un pantalón de chándal y una simple camiseta. Se iban de compras. Salieron del piso y volvieron a recorrer las calles estrechas del barrio viejo. Era muy pronto por la mañana. Las compras no iban a realizarse en unos grandes almacenes ni sitios así. Una parte reconoció Aitor, era un callejón adyacente al negocio de Hamid.

Saludaron a Hamid que justo estaba abriendo la puerta de su negocio, no para abrir sino para arreglar una hoja de la puerta. Se desviaron por el callejón. Justo cuando estaban pasando por una ventana enrejada y la puerta adyacente, una mano tapó la boca de Aitor y le atrajo dentro de una pequeña vivienda. Aitor se asustó porque Alfredo también fue reducido. Lo que no se acordaba era que Alfredo también debía obediencia. Alfredo solo fue inmovilizado pero él, en un momento del forcejeo, observó que el hombre que le sujetaba era un anciano.

El anciano le bajó de golpe el chándal y le azotó con la mano desnuda antes de escupiéndose en los dedos introducir un par de ellos hasta la primera falange para hacerse hueco y luego intentó penetrarlo. Le costaba pero poco a poco logró introducir su polla.

Primero el glande y seguido de un empujón toda la polla. Le dolió y bastante pero aguantó.

La expresión de su cara era un poema. El anciano se lo folló y cuando iba a correrse se la sacó y le hizo arrodillarse delante de él para llenarle de semen la cara.

Te ha pasado esto, porque caminabas un metro detrás de mí y ellos saben quien soy, pero es lo que toca cuando has aceptado servir a Paco e indirectamente a mí.

Siguieron caminando hasta llegar a una calle más ancha y allí Alfredo tocó en una puerta donde le abrieron la puerta. Un joven de unos 20 años, la edad la supo después, les hizo entrar y sentarse. Tras eso se retiró a la trastienda y sacó un par de cajas que abrió y extendió la ropa sobre la mesa. Parecía ropa íntima, pero eran unos suspensorios de algodón, de diversos colores.

De otra caja extrajo otros tantos pero estos de cuero, de diversos colores. Él seleccionó los de color negro y Alfredo escogió unos que se cerraban con cremallera y diversos tipos de presillas para que los Dominantes tuvieran acceso a sus genitales. Escogieron varios.

Cuando Aitor fue a pagar el dependiente dijo que estaba todo abonado. Luego el dependiente besó a Aitor, un dulce beso en sus labios. Aitor se dejó llevar y metió su lengua en la boca del chico antes que este jugase con los pezones del sumiso. Salieron de la tienda y Aitor llevaba ya una gran erección.

Luego caminaron unos metros más y subieron por unas escaleras antes de tocar un timbre. De repente, la puerta se abrió y dos máscaras les fueron alcanzadas por un hombre que ...