El Acompañante (Parte VIII)

8.-

Se masturbaba y mucho. En el baño, mientras se duchaba, luego de entrenar. Al despertar solo en su habitación. Hasta en el trabajo.

Y la motivación de ese acto era siempre el mismo: Juan Bernardo. Se imaginaba a su jefe follándolo, haciéndolo fuerte, haciéndolo gemir, dándole nalgadas, y con él pidiendo más, entregado y rogando que no acabara, que continuara eternamente.

Ese día había estado especialmente intenso y lleno de actividades. Realmente agotador, casi no había visto a Juan Bernardo, solo un par de veces para pasarle minutas y recordarle citas programadas. A las 18:45 le llamo y le dijo que lo llevara a casa.

Cuando llegaron a casa, Facundo siguió estrictamente las instrucciones impartidas en su oportunidad y se desvistió, poniéndose como única vestimenta la ajustada yunga con el dolor del día y se puso a disposición del jefe, que estaba tan cansado que le ordenó a preparle un trago, mientras reposaba en un sofá.

- Acércate - le dijo, mientras Facundo lo hacía rápidamente, para agregar casi inmediatamente - Ahora ponte de rodillas, saca mis zapatos y dale un masaje a mis pies.

Obedece y con actitud sumisa se pone de rodillas, quita delicadamente los zapatos de su jefe y comience a masajearlos suavemente. Uno por uno, se dedicó a relajar los pies deJuan Bernardo, con dedicación y fruición. Se atrevió a más, no sabiendo si lo que estaba haciendo era correcto, pero le nació: quitó las calcetas y comenzó a lamer los dedos, la planta y las comisuras de aquellos; el pie derecho primero, luego lo mismo con el izquierdo. Le gustaba hacerlo, lo había estado deseando y ahora confirmaba que era muy placentero. Introdujo el pie derecho en su boca, hasta que los dedos del jefe cruzan sus amígdalas, le atoran y hacen ahogarse, pero no lo detiene. Juan Bernardo está complacido y ello motivaba a Fecundo en no descansar en sus afanes y pese a la saliva acumulada, a las arcadas generadas y al ahogamiento. Realmente no le importaba, se sentía haciendo lo correcto: dar placer.

- Basta - señaló Juan Bernardo, luego de un largo trabajo de facundo, para agregar - Ahora ponte en cuatro.
- El asistente obedece y se pone perpendicularmente al sofá, en la posición más adecuada posible para que los pies del jefe reposen en su espalda. Siente los pies humedecidos por su saliva posarse sobre él y tiene el privilegio y honor de soportarlos por el largo rato en que su jefe duerme mientras trata de recuperarse del cansancio del día. Esa noche tenía una cena, que suspendió por el agotamiento.

Al despertar, liberó a Facundo de su rol de objeto y le instruyó ejercitarse, pero ahí mismo, frente a él, para su deleite. El asistente se esmeró en realizar la rutina definida para ese día.

Facundo estaba también agotado, pero ello no importaba y debía servir y complacer en lo que se le ordenase y el jefe ahora quería ver...