El Acompañante (Parte IV)

4.-

Facundo estaba sorprendido y halagado, su ansiedad y preocupación tornó en satisfacción. Temía que Juan Bernardo lo había evaluado negativamente pero resultó que era todo lo contrario.

El cliente había quedado fijado en su acompañante. Desde que le vio hace algunos meses por primera vez había estado insistiendo en conocerlo. La mujer le había dicho que no, pero su insistencia y poder había logrado cumplir su deseo. Ahora que lo había conocido, no lo iba a soltar. Le gustaba su docilidad, su forma de ser, su natural condescendencia. No lo había despedido efusivamente al retirarse por temor a exhibir demasiado sus sentimientos.

Juan Bernardo estaba cercano a cumplir 40 años y estaba en una época compleja y desafiante de su vida. Se había divorciado hace ya 5 años, en una relación que había durado 10 años de la cual nacieron dos hijos, que eran tema central en su vida. Laboralmente había pasado de ser un alto ejecutivo a emprender su propio negocio, con un éxito inusitado, producto de su visión, determinación, seguridad y empuje. Una de las razones de su divorcio fue un duro y profundo cuestionamiento a su sexualidad. Se enamoró un un amigo de su edad, casado igual que él y supo que ello no era compatible en mantener su matrimonio. Fue doloroso y desgarrador. Pero luego no sintió ese deseo de estar con hombres o mujeres y se concentró sólo en su trabajo, pero un día vio a este muchacho y quedó prendido de él. Recordó que lo había visto en un par de transmisiones, porque uno de los negocios en que quiso intervenir fue adquirir ese canal de televisión, pero se frustró por la impericia de los ejecutivos en ese momento: era un grupo de amigotes y familiares sin claridad estratégica y se alejó de esa posibilidad.

Lo vio en una reunión social posterior a la inauguración de una exposición de pinturas y esculturas. Ena acompañado de una ejecutiva de una empresa de comunicaciones con las que había tenido unas disputas. La conocía y se acercó a ella para conversar un momento. Iba acompañado de este muchacho apuesto, de mirada tierna y actitud complaciente y no pudo dejar de observarlo, con discreción. Sabía que esa persona estaba divorciada y supuso que era su nueva pareja, pero luego, en un instante, pudo comprobar que era una relación ficticia: la mujer le dijo a su acompañante “¡retírate!”, y el muchacho obedeció inmediatamente. Ese momento de autoridad brutal, sutil y poderoso al mismo tiempo, le hizo comprender que aquel hombre ejercía una profesión especial y se esmeró en seguir el hilo que lo llevase hasta él.

Tardó unas semanas hasta que logró identificar a la mujer que agenciaba de proxeneta de Facundo y principiaron las conversaciones, que fueron largas y tediosas, puesto que ésta le señalo que su “pupilo” no realizaba servicios homosexuales. Juan Bernardo se esmeró en señalar que no deseaba servicios sexuales.