El Acompañante (Parte III)

3.-

Facundo era heterosexual, con absoluta y plena convicción. Nunca había tenido ninguna experiencia con hombres, nunca.

Le gustaban y disfrutaba del sexo con las mujeres y ello se dio por hecho cuando pacto sus servicios con su proxeneta.

- Esto no fue lo que conversamos. - dijo Facundo inquieto y molesto - Nunca me hablaste que trabajaría con hombres. No quiero hacerlo. No lo haré.
- Lo sé, nunca hablamos que tus servicios serían con hombres. No es necesario que me lo digas, lo sé. Pero escúchame, por favor, sólo escúchame. Es un hombre muy poderoso y me ha insistido mucho y te ofrezco una comisión que equivale al doble de los servicios habituales, además que no contempla sexo ni ninguna situación que incluya aquello. Sólo será un servicio de compañía, como un asistente, así me lo pidió. Debe hacer un viaje a Miami y te quiere de asistente por tres días. Te insisto: hay una comisión que es el doble de tu pago habitual.
- Déjame pensarlo.
No tardes.

Facundo se debatía entre su deseo de ganar ese dinero que le ofrecían y sus convicciones sobre su sexualidad, pero “no incluye sexo, eso no”, se decía así mismo para darse argumentos para aceptar el servicio. En el fondo, creía que se estaba cuestionando su sexualidad “si me ofrecen ser acompañantes de un hombre es porque creen que soy homosexual”, se decía como argumento para negarse.

Lo pensó casi dos días y sólo la insistencia de su proxeneta le convenció:

- Mira, si no quieres hacerlo, está bien, pero en ese caso, creo que no podré seguir contando contigo.

Ante esos argumentos, finalmente Facundo aceptó. La mujer sabía muy bien persuadir y controlar y el joven periodista y acompañante había sido una presa fácil y manipulable.

Facundo volvió a sentirse mal, malhumorado y humillado. Había tratado de olvidado que vendía su cuerpo, con palabras elegantes trataba de eludir el hecho que ejercía la prostitución. El buen pasar no podía hacerle olvidar ese hecho esencial.

Le dolió sentirse un objeto y todos los cuestionamientos iniciales reaparecieron, con más fuerza. Un fantasma que parecía superado volvió estar presente en su vida.

Pero pese al malestar, la humillación y a lo doloroso de asumir su condición, sabía que estaba en una laberinto del cual no podía escapar fácilmente. Dudaba, incluso, si quería escapar de aquel.

Y trató de prepararse para aquel servicio, de concientizarse que sólo era una prestación, que no ponía en cuestión su sexualidad. El nerviosismo aumentaba mientras se acercaba la fecha.

La mujer le hizo llegar el listado de la ropa que debía llevar, donde debía presentarse y le envío en pasaje en avión. Las instrucciones eran muy claras, el listado de ropa exhaustivo e incluía bañador, short deportivo, sudaderas, zapatillas de trote, tenidas formales y hasta cor...