Decisiones (Parte I)

1.-

Solo bastó una mirada para fijarse en él. Ni siquiera sabía su nombre ni que hacía, pero lo miró, discretamente, y no pudo evitar seguirlo con la mirada, hasta que la secretaría le invitó a pasar a la oficina de quién le dio la bienvenida al trabajo.

Santiago Lyon acababa de cumplir 24 años y había concluido brillantemente su carrera de ingeniero civil industrial en la mejor facultad de ingeniería del país, con distinción máxima y ofertas laborales de tres empresas. Había elegido esta corporación dedicada a la distribución y venta de combustibles. Fueron varios días de entrevistas hasta que le comunicaron que se debía presentar este día a las 09:00 horas con el jefe de personal.

Pasaría a trabajar al departamento de estudios de la oficina central, y ahí conoció a quien miró al cruzar el lobby de la corporación: era Domingo Verhoven, un año mayor que él, un licenciado en ciencias empresariales, que había ingresado hace ya un año en la empresa y se dedicaba a analizar las factibilidades de nuevos negocios y analizar proyectos de inversión corporativos.

La casa matriz de la empresa ocupaba siete pisos de una enorme torre con vistas al puerto, estuario, al rio y los parques cercanos. Ubicada en pleno distrito financiero, era una ubicación excepcional. La oficina de Domingo y Santiago se orientaba hacia el norte y la compartían con un tercer profesional ausente en esos días.

No tardaron en entablar una conversación luego de la presentación de Michael Atkinson, quien ejercía como gerente de estudios, un hombre gordo y ya entrado en año, bastante competente y un poco malgenio, que le había dado las instrucciones a Santiago sobre su trabajo y las tareas inmediatas. Fue una presentación no exenta de cierta tensión, que se acrecentó cuando cruzaron sus manos en un saludo.

Fue la secretaria quien le indicó su puesto, activo su ordenador y le señalo cómo solicitar su credencial y accesos a las plataformas y redes corporativas. Todo muy eficiente, pulcro, ordenado y orientado a la máxima eficacia.

En las horas siguientes conversaron varias veces, siempre iniciada la charla por parte de Domingo.

Entre ambos habían evidentes diferencias: Domingo era mucho más impulsivo, extrovertido y hasta simpático; en tanto Santiago era reservado, impenetrable, pausado, concentrado, introvertido y seguro.

Domingo tenia una característica muy apreciada por sus jefes: era capaz de percibir en un dato, un acto, un gesto, una situación, todas las posibilidades de un negocio o el fundamento de una decisión. Santiago en cambio, no daba opiniones sin tener un conjunto ordenado de fundamentos y analizados los pro y contra de toda eventual decisión.

Y esas características se proyectaban también en sus vidas fuera del trabajo. Pero algo había sucedido esa mañana que había cambiado en Santiago: su reacción ante la...