Escrito por: pascentro
611 palabras
Había llegado el día anterior a pasar un periodo de prueba como sumiso fijo. Eran palabras mayores y estaba muy nervioso, pero del cansancio había dormido muy bien. Estaba en forma.
En cuanto sonó el despertador me levanté, me puse la ropa que ma habían asignado y fui a la cocina. Todavía no sabía dónde estaban las cosas para preparar el desayuno, y en eso estaba pensando cuando me di cuenta de que había servicio. Además de mí, me refiero.
No sé si por el servicio o porque era pronto o quién sabía, no desayuné en el suelo como suele ser la imagen porno. Eso sí, en otra mesa. Y según terminé, el mayordomo me dio un abrigo y me dijo que esperara junto al coche.
Así hice. Cuando llegó el señor me hizo un gesto inequívoco de que conducía yo. Le abrí la puerta y después entré yo. En el navegador ya estaba puesta una dirección. Menos mal! Porque ni idea de nada de la ciudad. Y menos mal que el navegador estaba en inglés, porque de polaco tampoco sabía una palabra.
El sitio al que íbamos tenía parking. Aparqué, abrí la puerta y esperé indicaciones. Seguí al señor hasta el ascensor y, dentro ya sí, me puse de rodillas. Me dijo que no hacía falta que fuera tan rápido, que ya habría tiempo.
Subimos al tercer piso y el ascensor daba directamente a un recibidor. Una secretaria supongo que dijo que podíamos pasar ya. Estaba un hombre sentado en un sillón y un sofá para nosotros. Fui a sentarme en él y ahí sí recibí un toque de atención: sentado en el suelo. Ante el extraño pensé que quizás no, pero sí. De cualquier modo, me sentía tan cómodo así que daba igual quién estuviera delante.
Estuvieron hablando unos 10 minutos sin que yo entendiera nada. El hombre se acercó, me cogió de la barbilla para subirme la cara y me dio una bofetada ligera de saludo. Tras eso ya dijo en inglés: al señor “tú tranquilo, yo me encargo”.
Me dijo que despidiera al señor, lo que hice besándole los zapatos, y que me tumbara boca arriba con la cabeza hacia el sillón. Se descalzó, me puso los pies en la cara y ya se presentó. Era mi psicólogo. También me explicó que no había confidencialidad profesional paciente porque el encargo no era mío, y todo sería documentado para el responsable.
Por último sonrió y murmuró. qué bien me lo voy a pasar. Hasta que te pongan nombre yo te voy a llamar Pavlov, todavía un nombre humano pero te recordará que el condicionamiento es parte de la terapia. Asentí con la cabeza y me corrigió: No asentiría o negaría con la cabeza a no ser que me fuera hecha una pregunta, explícita o implítica. “¿Has entendido?”, y asentí con la cabeza. “Bien, bien. Ahora tómate ese vaso”.
No recuerdo nada más de esa sesión, y no sabía ni cuánto había estado. Al recobrar la consciencia estaba haciendo pesas. Me dio por terminado por el día y. al salir, tenía tres folios e...
Al psicólogo I
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