Escrito por: TightPaidSlut_SP98
1244 palabras
La oscuridad absoluta de la caja ha sido tu mundo durante horas. No sabes cuánto tiempo exactamente, porque ahí dentro no existe el tiempo. Solo existe la espera, el calor sofocante de tu propio aliento rebotando contra las paredes estrechas, y ese puto dildo de silicona clavado hasta el fondo de tu garganta, réplica exacta de los 22 centímetros de Ross Lynch.
Tus mandíbulas están entumecidas. La saliva se ha acumulado tanto que ha empezado a gotear por las comisuras de tus labios, resbalando por tu barbilla y formando charcos pegajosos sobre tu pecho desnudo. El dildo tiene textura, venas marcadas, y cada vez que tragas sientes cómo ese falo de goma se mueve ligeramente en tu garganta. Es lo único que te mantiene entretenido en la negrura: tragar, sentir, imaginar que es su polla de verdad la que te está tapando el agujero.
De repente, escuchas pasos. Pesados. Descalzos. Bajando las escaleras.
Clic.
La luz del sótano se enciende y, aunque no puedes verla desde dentro de tu prisión, sabes que es él. Reconocerías esos pasos en cualquier parte. Tu corazón empieza a latir como un puto caballo desbocado. Tu polla, aprisionada en su jaula de castidad de metal frío, intenta ponerse dura y falla miserablemente. El dolor es dulce.
—Buenos días, cerdo.
La voz de Ross suena alegre, casi cantarina. Como si estuviera hablando con un cachorro. Escuchas el chirrido metálico de los pestillos de tu caja. Uno. Dos. Tres. La tapa se abre y la luz te golpea como un puñetazo. Parpadeas, cegado, y lo primero que ves es su sonrisa perfecta de estrella de Disney.
Lleva solo unos bóxer Calvin Klein negros ajustados, el bulto prominente marcándose oscenamente contra la tela. Su torso está desnudo, los abdominales perfectamente definidos, los pezones rosados y duros por el frío de la mañana. Su pelo rubio está revuelto, despeinado de dormir, y tiene esa expresión de macho recién despierto que necesita vaciar los huevos.
—Qué bueno eres, mira cómo me esperas —dice, acariciando tu mejilla con ternura—. ¿Has dormido bien con tu amiguito en la boca?
No puedes responder. Obviamente. El dildo sigue clavado hasta el fondo, haciendo que tu garganta se contraiga en arcadas involuntarias. Él se ríe.
—Vamos a sacarlo, ¿vale? Despacio...
Agarra la base del dildo y empieza a tirar. Lento. Muy lento. Cada centímetro que sale de tu garganta es una tortura. Sientes cómo las paredes de tu esófago se aferran al silicona, cómo tu lengua se retuerce tratando de encontrar espacio. Tus ojos se llenan de lágrimas. Finalmente, con un "pop" obsceno, el dildo sale completamente. Un hilo grueso de saliva conecta la punta del juguete con tus labios hinchados.
Toses. Escupes. Respiras con desesperación, el aire entrando como cuchillas en tus pulmones. Tu mandíbula cruje al intentar cerrar la boca después de tantas horas a...
El desayuno de Ross
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