El Maestro de la Jaula

Una de mis ricas experiencias.

Primer contacto

La notificación llegó un martes por la tarde. Perfil verificado, 29 años, complexión atlética. En la descripción: "Activo buscando Amo exigente. Necesito servir de verdad."

Revisé sus fotos. Rodrigo. Mandíbula cuadrada, brazos gruesos, ese aire de hombre que en la calle cualquiera confundiría con un macho alfa heterosexual. Pero ahí estaba, en Xtudr, buscando a alguien que lo pusiera en su lugar.

Le escribí directo, sin rodeos: "¿Qué tan en serio hablas cuando dices que necesitas servir?"

La respuesta fue inmediata: "Completamente en serio, señor. Llevo meses buscando un Amo de verdad. Alguien que entienda que mi verga no me hace dominante. Necesito órdenes, disciplina, propósito."

Sonreí. Este cabrón sí entendía.

Durante dos semanas intercambiamos mensajes. Establecí las reglas claramente: yo era pasivo, pero dominante absoluto. Él sería mi esclavo activo—su verga al servicio de mi placer, su cuerpo una herramienta para mi satisfacción, su voluntad completamente sometida a la mía.

"¿Alguna vez has servido a un Amo pasivo?" le pregunté.

"No, señor. Pero es exactamente lo que busco. Quiero que alguien me use, que mi verga sirva a un propósito más grande que mi propio placer. Quiero ser su instrumento."

Perfecto.

Le di mi dirección y una fecha: sábado, 8 de la noche. Le ordené llegar duchado, afeitado, sin ropa interior bajo los jeans. Y lo más importante: "Vendrás preparado para obedecer sin cuestionar. Una sola duda, una sola vacilación, y te vas."

"Entendido, Amo. Estaré ahí."

La llegada

El timbre sonó exactamente a las 8:00 pm. Puntualidad. Buen comienzo.

Abrí la puerta. Rodrigo estaba ahí, más imponente en persona—metro ochenta, hombros anchos, playera ajustada que marcaba su torso trabajado. Pero en sus ojos vi algo que confirmó todo: sumisión contenida, hambre de entrega.

"Pasa."

Entró con pasos cautelosos, mirando el departamento. Minimalista, ordenado, cada cosa en su lugar—un reflejo de mi necesidad de control.

"Siéntate." Señalé el sofá.

Obedeció. Se sentó con la espalda recta, manos sobre las rodillas, como soldado esperando órdenes.

Me acomodé frente a él en el sillón individual, piernas cruzadas, postura relajada pero autoridad en cada gesto.

"Antes de empezar, quiero asegurarme de que entendiste todo. Repite lo que acordamos."

Rodrigo tomó aire. "Soy su esclavo activo. Mi verga existe para su placer, no para el mío. Usted decide cuándo, cómo y dónde la uso. No me corro sin su permiso. Obedezco sin cuestionar. Mi propósito es servirle."

"Bien. ¿Dudas?"

"Ninguna, Amo."

"Perfecto. Quítate la playera."

Sin dudar, Rodrigo se jaló la prenda po...