Mercado de esclavos: (3) Re-afirmación positiva.

Un esclavo desnudo había entrado, puso una mesilla flexible y colocó en ella un vaso con agua. Hizo una reverencia y se alejó. Mi Amo se levantó ligeramente el pasamontañas y se tomo su tiempo para acabárselo. Yo seguía de rodillas frente a él. No sabía cuanto tiempo había pasado; pero mis rodillas me dolían, mis tetillas me ardían; mi verga y mis entrañas estaban adoloridas; y aún así, solo pude pensar en el vaso vaciándose lentamente. Creo que mi Amo lo notó. – Abre la boca y saca la lengua esclavo. – Ordenó; y obedecí. Se acercó a mi y bajó el párpado inferior ligeramente: lo soltó y movió la cabeza. - ¿Te estás muriendo de sed, no es cierto? – Asentí. El hombre fue hacia el comunicador y pidió un tarro de cerveza grande. Minutos después, otro esclavo llegó con el pedido; el Amo bebió lentamente el líquido, que era obscuro y espumoso. Tomó de nuevo el libro que llevaba leyendo desde hacía un rato y pareció ignorarme de nuevo. Creo que a ese momento ya me había quedado sin lágrimas.

Mi Amo se puso de pie y se alejó unos momentos. Volvió con un objeto en su mano, el cual colocó en el sillón. – A ver perro; quita la concha de tu Amo. – Ordenó; y los pesos volvieron a torturar mis tetillas al moverme; en especial cuando los broches metálicos se liberaban haciéndome retroceder de golpe. Me quedé con la concha en el hocico: uno de sus dedos apuntó hacia un punto en el piso. – Allí. -Dijo, y tuve que inclinarme para depositar el trozo de cuero en el piso. Regresé a mi posición. Cada movimiento me castigaba; pero creo que a ese momento ya había dejado de pensar que podría librarme de ese castigo. Me arrodille de nuevo con la cabeza gacha. – Buen chico. – Escuché y me di cuenta de que esas palabras, seguidas de los golpecillos en mi cabeza me producían un placer inesperado.

Escuché ruido de agua cayendo sobre algo. Levanté la mirada y pude ver a mi Amo orinando sobre un enorme plato para perros metálico. Cuando terminó, lo colocó en el piso y vació el contenido del condón que había usado para cojerme sobre el líquido. Señaló con el dedo y ordenó. – Bebe usando tu lengua; no sorbas. Vas a vaciar el plato y no te vas a detener hasta que esté completamente vacío. ¿Entiendes?

Gimotee; pero obedecí. Las pesas quedaron en una posición en la que no habían estado antes y el castigo de mis tetillas se hizo más intenso: no pensé que fuese posible. Pensé que me costaría trabajo vencer la repugnancia a beber eso; pero aunque estaba tibia y tenía un sabor fuerte; en cuanto conseguí pasar los siguientes tragos, no tardé mucho en comenzar a beber con cierta avidez. Sentí de nuevo los golpecillos con la punta de su bota en mi nuca. -Buen perro. – Sí, supongo que ahora era un perro. Continué bebiendo hasta que el plato se vació. Mis tripas chillaron; ahora tenía hambre; pero también miedo de pensar en lo que podría pasar si mi Amo l...