De kinky a esclavo Capítulo 11: El día después

La noche encerrado en el cuarto oscuro se me hizo eterna. El señor me dejo incomunicado. Sin móvil. Y por mucho que le llamará, dijera o gritase mi voz se acababa perdiendo. Me desperté varias veces. Me levanté y me dirigí hacía el cubo metálico que tenía en un rincón. Me puse de cuclillas y meé dentro. Dejé escapar un buen chorro de pis, procurando no tirar nada fuera. Una vez acabado volví a la cama.
De repente un ruido me despertó. ¿Qué hora seria? -me pregunté a mi mismo. Intenté volver a dormir sin conseguirlo. Pensé en ese momento en todo lo que llevaba vivido en esos casi 3 meses. Como había cambiado mi vida. Antes de cumplir los 18 llevaba una vida desordenada. Era rebelde, no le hacía caso a nadie. Y cuando los cumplí, el señor había conseguido en pocos días lo que mis padres nunca consiguieron en 18 años: que obedeciera a alguien, que me preocupara por hacer algo que no fuese fumar porros… Vale, me había costado varios azotes y castigos. Pensé en todas las prácticas que hice, desde las rutinas marcadas, darle los buenos días todas las mañanas, (no se los daba ni a mis padres) Verme desnudo era otra cosa igual, no era algo que me gustase, me hacía sentir incómodo. Fuese ante algún amigo o familiar. Sin embargo, a las pocas semanas de estarlo con el señor, ya no me daba tanto reparo al menos ante él. Tanto que ha llegado el punto de estar incómodo con la ropa puesta. Al punto de que el señor me empezó a ordenar días atrás de empezar a estar desnudo en casa cuando estuviese solo. Era algo en lo que tenia mucho miedo por si me acababan descubriendo, pero con el cálculo de tiempos lograba el cometido
-Asi te familiarizas a ir sin ropa y te resulta menos incómodo luego estar sin ropa.
-Tenia razón, aunque los primeros días, mi mente me jugaba malas pasadas. Incluso una tarde estando solo creí escuchar abrirse la puerta sin capacidad de reacción.
Ah- me sacó de esos pensamientos la erección que sufrí. Noté el dolor de la jaula que el señor ya decidió dejarme puesta de manera permanente al ver que había reaccionado bien a ella. También había perdido eso: el control sobre mi sexualidad, el pajearme cuando quisiera, e incluso el derecho a mear de pie, como mean los hombres. Me dijo el señor de hacerlo a 4 patas, sentado o de cuclillas como hacía un rato. Mear sentado como las putitas, o a 4 patas como los perros. También me acostumbré a eso y muchas mas otras cosas que llevaba realizadas. Obedecer ya prácticamente sin rechistar y a memorizar. (en esto sí, había ganado mucho, ya que antes no memorizaba, no retenía nada. Tal vez porque no tenía a nadie que me azotase el culo, o me castigara de verdad). Qué razón tenía el señor cuando decía que necesitaba disciplina. Me giré de lado en la colchoneta y traté de dormir un poco más. Pero seguía sin sueño. Me pareció escuchar un ruido fuera, llamé
¿Señor? ¿Señor? Nada
Tuve claro que me sacar...