Capitulo 5 / el clímax de las vacaciones /

Capítulo 5

El ascensor subía con un zumbido suave, pero el corazón de Adrián latía como un tambor. La culpa y el morbo se enredaban en su pecho, una mezcla embriagadora que lo hacía sentir vivo. Sabía que estaba cruzando una línea al ir a la habitación de Carlos sin decírmelo, pero la idea de entregarse de nuevo, de explorar ese fuego que había sentido con él y con Paul, era irresistible. Además, el encuentro con Leo en el sauna seguía quemando en su mente, un secreto que aún no había compartido conmigo, Raúl, pero que planeaba confesar cuando el momento fuera perfecto. Por ahora, el mensaje de Carlos —“¿Están ocupados…?”— había encendido un deseo que no podía ignorar.

Las puertas del ascensor se abrieron, y Adrián caminó por el pasillo, su camiseta ajustada marcando cada línea de sus pectorales esculpidos, sus jeans abrazando sus nalgas firmes. Frente a la puerta de Carlos, respiró hondo, ajustándose el cabello con un gesto nervioso. Tocó, y la puerta se abrió casi de inmediato. Carlos estaba allí, imponente como siempre, su camisa desabotonada dejando ver el vello grisáceo que cubría su pecho musculoso. Sus ojos recorrieron a Adrián de arriba abajo, una sonrisa confiada curvando sus labios. “Vaya, pequeño,” dijo, su voz grave y seductora. “Te ves listo para hacer temblar esta noche.” Pero entonces, su mirada se volvió inquisitiva. “¿Y Raúl?”

Adrián sintió una punzada, pero la disimuló con una sonrisa pícara. “Raúl está… ocupado,” respondió, sacando su teléfono con un brillo travieso en los ojos. “Mira esto.” Deslizó la pantalla y le mostró una foto que había tomado justo antes de salir de nuestra habitación: yo, Raúl, embistiendo a Matías en la cama, mi cuerpo velludo brillando de sudor, los músculos de Matías tensándose mientras gemía mi nombre. La escena era cruda, explícita, con mi verga enterrada en él y sus ojos azules abiertos de incredulidad y placer. Carlos soltó un silbido bajo, sus ojos brillando de admiración. “Maldita sea, Adrián. Tu hombre sabe cómo tomar el control. Y ese chico… parece que nunca olvidará esa verga.”

Adrián rió, orgulloso, pero con un toque de nervios. “Raúl está en su elemento,” dijo, guardando el teléfono. “Quise darle su momento con Matías. Y yo… bueno, pensé que tú y yo podíamos divertirnos un poco.” Carlos lo miró, su sonrisa ampliándose, pero había algo en su expresión que Adrián no pudo descifrar del todo. “Oh, pequeño, no tienes idea de lo que te espera esta noche,” dijo, abriendo la puerta de par en par para dejarlo entrar.

La habitación era el mismo escenario de lujo que Adrián recordaba: el jacuzzi burbujeando en una esquina, los espejos reflejando la luz azul, la cama king-size invitando al caos. Pero lo que Adrián no esperaba era encontrar a dos hombres más en el cuarto, sentados en el sofá con copas de whisky en la ...