Capítulo 2 / las vacaciones siguen /

Capítulo 2

Me llamo Raúl y vamos a continuar con esta serie de aventuras en las vacaciones espero disfruten.
El aroma a café recién hecho impregnaba el restaurante del hotel, mezclado con el murmullo de los huéspedes y el tintineo de los platos. Adrián y yo, estábamos sentados junto a la ventana, disfrutando de un desayuno tranquilo tras nuestra llegada al hotel para celebrar nuestro tercer aniversario. Él lucía radiante, su camiseta gris abrazando sus pectorales como una segunda piel, el sudor matutino dejando un brillo sutil en su piel morena. Sus ojos oscuros brillaban con una mezcla de satisfacción y picardía, un recordatorio de la noche anterior: Adrián gimiendo bajo el cuerpo de Carlos, su piel lampiña rozando el vello grisáceo, mi deseo ardiendo mientras observaba desde el borde del jacuzzi. Esa experiencia había encendido algo nuevo en nosotros, y ahora, viéndolo morder una tostada con esa sonrisa suya, sentía nuestro amor más fuerte que nunca.

“¿Sigues pensando en anoche?” preguntó Adrián, su voz baja, pasándome una fresa con los dedos, el roce cálido de su piel enviando un escalofrío por mi espalda. La tomé, dejando que mis labios rozaran sus dedos a propósito. “No he dejado de pensar en eso,” admití, mi mirada fija en sus labios carnosos. “Joder, amor, estabas increíble, entregado, temblando.” Él se sonrojó, pero su sonrisa se amplió, sus dedos apretando mi rodilla bajo la mesa. “Y tú, mirándome así, me hiciste sentir invencible,” dijo, su voz cargada de ternura. “¿Crees que podríamos… repetir algo así?” Mi corazón dio un vuelco, el morbo despertando como un incendio. “Si tú quieres, estoy listo,” respondí, mi voz temblando de anticipación.

Una sombra familiar se acercó a nuestra mesa. Carlos, con esa presencia imponente que llenaba el espacio, se detuvo frente a nosotros. Su camisa azul, desabotonada hasta el pecho, dejaba ver el vello que nos había hipnotizado la noche anterior. “Buenos días, chicos,” dijo con una sonrisa cálida, aunque sus ojos tenían un brillo travieso que prometía más. “¿Cómo están después de anoche?” Su tono era respetuoso, casi caballeroso, pero la chispa en su mirada no pasaba desapercibida.

Adrián se enderezó, sonriendo con un toque de coquetería. “Muy bien, gracias,” dijo, su voz suave pero juguetona. Yo asentí, sosteniendo la mirada de Carlos. “Fue… inolvidable,” añadí, dejando que las palabras colgaran en el aire. Carlos rió, una risa grave que vibró en mi pecho. “Me alegra escuchar eso. Oigan, esta noche hay un evento especial en el ático. Fiesta privada, solo para unos pocos. Buena música, tragos, y un ambiente… muy libre. ¿Les interesa?” Miré a Adrián, cuyos ojos se iluminaron con curiosidad. “Suena perfecto,” dije, y él asintió con entusiasmo. “Ahí estaremos.”

Carlos levantó su taza de café en un brindis casual. “E...