Mercado de esclavos: (2) El Amo Tatko.

El Amo Tatko me había colocado un aro en el cuello, el cual tenía dos orificios en el frente: lo había cerrado con un pequeño candado. Me había ordenado retirar la concha de su suspensorio. Sus bolas eran grandes, colgantes y peludas; y su verga tenía un considerable tamaño. -Cómetela puto. – Había ordenado, y yo obedecí de inmediato. Me lancé directo a meterla en mi boca y la comencé a masajear con mi lengua. Sentí su mano enguantada tirando de mi oreja. -Así no pendejo. Ve con calma. Comienza lamiendo mis bolas en lo que yo me encargo de comenzar. Pasé mi lengua y el olor almizclado me invadió de pronto la nariz provocándome un espasmo. Sentí un varazo en las nalgas y escuché. – Los esclavos no deben hacer gestos ni mostrar repulsión hacia el cuerpo de su Amo. Que puedas tocarme es un privilegio; deberías agradecer que permito que un gusano como tu se acerque a mis pies. Date la vuelta, póstrate con las nalgas levantadas y aprieta el hocico. Puedes gemir, pero no quiero escuchar ni un grito. – Soltó. Obedecí y ni bien me estaba acomodando cuando la vara se descargó contra mis nalgas a toda velocidad, reviviendo el ardor que los golpes que ya traía. No pude evitarlo y grité: me llovió otra ronda rápida, luego mi Amo sujetó mis bolas y soltó diez golpes punzantes sobre ellas. – De rodillas y a lamer mis bolas animal; y más te vale no ponerte “fino” de nuevo. Pero para que veas que soy bueno; ahora vas a lamer primero los pliegues de mis ingles, que son los que despiden ese olor para que te acostumbres. ¡Hazlo ahora esclavo, o si no vas a lamentar el día que naciste!

La verdad es que no me molestaba el olor: sí era punzante, pero en realidad me gustaba: solo me había tomado por sorpresa. Intenté mostrar mis ganas y lamí con fuerza no solo esa zona, sino también la base de los testículos. Me di cuenta de que lo estaba disfrutando, pues su verga se empalmó y la estaba jalando con su mano. Pase a los testículos de nuevo: al principio solo lengüeteaba; pero pronto adquirí la habilidad de suavizar mi lengua y adherirla lo más que podía a la superficie. Estuve varios minutos en eso hasta que sentí su dedo empujando suavemente mi barbilla hacia arriba. -Ahora sí esclavo. Las manos a la espalda y métela hasta el fondo. Te quedas allí diez segundos y después retrocedes hasta que la cabeza quede en tus labios y te ensartas de nuevo. Quiero sentir tu lengua acariciando mi verga, así que hazlo lento al principio en lo que aprendes a hacerlo; ya te iré marcando el ritmo al que quiero que vayas después.

Tenía un dildo de dimensiones similares y había practicado con el en casa, así que no pensé tener problemas con esto; pero en cuanto me introduje el miembro y este llegó a mi campanilla me di cuenta de que no era lo mismo la textura rígida de la goma que la piel áspera. Además, mi boca se sentía algo seca. Sentí su mano en mi nuca; me empujó con fuerza hasta que ...