Written by: estrecho
5309 words
*Lo narrado a continuación es "ficticio"
Siempre me han gustado las pingas, si vienen acompañadas de unos huevos peludos es mucho mejor, recuerdo que cuando entré a la pubertad me fijaba mucho en las entrepiernas de cualquier hombre a mi alrededor: familiares, vecinos, profesores o compañeros de colegio; claro que lo hacía disimuladamente, pero me masturbaba pensando en tocar esas vergas, darles besos sentirlas pegadas a mi cuerpo. Un día andaba muy arrecho y en el baño del colegio no me resistí de mirar la pichula de un alumno de quinto de secundaria mientras meaba, los dos estábamos solos, me sonrió y me dijo: Oye chibolo maricón que tanto me miras la pinga? Yo no dije nada y rápidamente salí de ahí con la cara enrojecida.
Unos días después volví a verlo, él era de piel trigueña, ojos achinados, cuerpo delgado pero con algo de músculo por el ejercicio que hacía medía más o menos 1.80, mientras que yo solo medía 1.65 de piel más clara y muy delgado. Estaba con dos de sus amigos conversando en uno de los corredores, al mirarme se sonrió y les dijo algo a uno de sus acompañantes en la oreja, luego los tres me vieron y yo me di media vuelta, enseguida oí un silbido y varios besos volados, yo apresuré mis pasos sin voltear. El mismo día a la hora de la salida, me estaba esperando en la puerta, me hizo una seña con la mano y yo como si estuviese hipnotizado decidí seguirlo, caminamos casi en silencio, no me atrevía a encararlo, de pronto me dijo: Hoy vamos a mi casa, la vamos a pasar bien, estaremos solos.
Después de caminar por 20 minutos aproximadamente llegamos a su casa, en un barrio algo empobrecido pero limpio, las piernas me temblaban al momento de cruzar la puerta, fuimos hasta el fondo donde estaba su habitación, vi dos camas, me di cuenta que compartía el cuarto con su hermano menor, que estudiaba en un grado menos que yo. Él se sentó en el borde de la cama con las piernas abiertas y me dijo: ¡Arrodíllate!
Y por instinto supe que hacer mientras él sonreía: bajé su cremallera, di unos besos a su miembro viril que mostraba signos de excitación, di unas lamidas, hasta que me decidí a chuparla, no me entraba toda a la boca así que me ayudé con las manos. Él comenzaba a jadear, de pronto me agarró de los cabellos y retiró mi cabeza, para poder desnudarse completamente, me dijo que hiciera lo mismo y me recostarse boca abajo en su cama, lo hice en medio de temblores (no de miedo sino por la calentura). Me indicó que me relajara, puso vaselina en sus dedos y comenzó a untar la entrada de mi ano, al inicio me dolió pero comenzó a gustarme por lo que comencé a gemir, luego se puso encima mío e intentó penetrarme, pero como estaba cerrado no lo consiguió, me dio un par de nalgadas: Maricón, abre bien el culo! ¡Te voy a cachar duro! Hoy no sales de acá con el culo cerrado!
Y así con violencia empujó fuerte, sentí dolor y ardor, se que...
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