Cap 4 - A sus pies

Capítulo 4
A sus pies

Sentado, de rodillas, respirando aceleradamente, esperaba la próxima perrería de Andrés con una excitación que no me podía creer ni yo mismo. Me preguntaba de qué sería capaz esa bestia de hombre. Sin levantarse de la silla cogió un puro habano de un cajón del escritorio, tomándose su tiempo, demostrándome que era él quien controlaba los tiempos, los castigos, las humillaciones, todo. Lo encendió y le dio unas rápidas caladas. El humo enseguida llenó la habitación, mareandome un poco y haciéndome toser. Andrés llevaba el puro a su boca con calma, sin prisas, saboreando el momento y su puro.

Al flexionar su brazo para hacerlo, podía admirar la musculatura de su brazo, un bíceps poderoso y formidable, esculpido con precisión, donde los músculos se marcaban con fuerza bajo la piel, tensos y definidos. Una vena gruesa recorría la superficie, destacando aún más la robustez de su antebrazo, donde los tendones se dibujaban con nitidez, evidenciando años de trabajo y dedicación. Definitivamente, Andrés tenía que haber sido, o era, deportista. Su musculatura no parecía de levantar pesas o gimnasio. Debía ser de años de deporte. Cosa que me hacía admirarlo más todavía.

— ¿Qué pasa maricona, ¿te molesta el humo? — me dijo sacándome de mis pensamientos bruscamente, para, a continuación, soplar todo el humo de su habano en mi cara, haciendo que mis ojos enrojecieran y lloraran. Podía ver en su expresión facial que estaba maquinando lo que me haría a continuación.

— Hace años que se podía, pero ya hace tiempo que está prohibido fumar en las oficinas — dijo mirando nostálgico la ceniza que se había acumulado en la punta de su puro — Bueno, eso ya lo debes saber, como también debes saber que en las oficinas ya no hay ceniceros. — dijo con una sonrisa de niño travieso que me volvía loco, mientras volvía a darle unas caladas bien profundas a su puro, al hacerlo me miraba de reojo y seguía sonriendo urdiendo algo que seguro le iba a dar mucho placer.

— No me gusta que el suelo se llene de ceniza, habrá que buscar un cenicero, ¿no? — añadió —. Ahora abre la boca — ordenó mirando la ceniza de su puro que estaba a punto de caer al suelo. No pude hacer otra cosa que obedecerle, estaba rendido a sus pies y entregado completamente. Abrí la boca y cerré los ojos, con fuerza, entregándome a mi suerte.

Enseguida noté el sabor de la ceniza de su puro llenándome la boca. El sabor era horrible, peor de lo que había imaginado. Pero la humillación era increíble y lo compensaba todo. El sabor hizo que mi erección bajara un poco, pero me daba igual. La humillación me llenaba de un placer no físico por completo, era lo que siempre había deseado, lo que había anhelado. Esa intensidad mental combinada con esa intensidad física.

— Tendrías que ver la carita de asco que has puesto —, d...