Perrito en: Noche de chemsex en Casco Viejo

NOTA. La localización que aparece en este relato existe, pero las personas no. La acción es pura imaginación.

Son las once de la noche cuando recibes el mensaje: "Piso en Somera. Tercero sin ascensor. Pregunta por Iker." El corazón te late fuerte mientras caminas por las calles estrechas del Casco Viejo. Las piedras mojadas reflejan las farolas, y cada paso te acerca más a lo que sabes que va a ser una noche de completa degradación.

Subes las escaleras de madera que crujen bajo tus pies. El olor a humedad se mezcla con algo más... químico. Llamas a la puerta y te abre Iker, cuarentón, barba tupida, ojos vidriosos ya colocado.

"Llegas tarde, perrito. Los demás ya empezaron."

Te empuja dentro. El piso es pequeño, típico del Casco Viejo, pero el ambiente está cargado. Cuatro tíos más te miran desde el salón. Una mesita de cristal en el centro con rayas ya preparadas, poppers desperdigados, y el inconfundible olor dulzón del cristal derritiéndose.

"Este es el cumdump de esta noche", anuncia Iker mientras te quita la camiseta sin ceremonia. "¿Verdad que sí, perrita?"

Asientes con la cabeza gacha. Mikel, un vasco corpulento con los brazos tatuados, se levanta del sofá con una sonrisa torcida.

"Pues empecemos por aquí", dice señalando la mesa. "Ponte a cuatro patas y lámeme una raya del ombligo."

Te colocas como te ordena. Mikel se tumba en el sofá, se baja los pantalones y se echa una línea desde el ombligo hasta la base de su polla ya dura. El cristal brilla sobre su piel morena y sudada.

"Venga, lámela toda. Despacio."

Bajas la cabeza y pasas la lengua por su barriga, recogiendo el polvo amargo. El corazón se te acelera instantáneamente, la mandíbula se te tensa, y sientes ese subidón brutal que te pone a mil. Sigues lamiendo hasta llegar a su polla, que ya gotea pre-seminal.

"Buen perrito. Ahora chúpamela mientras los demás te preparan."

Sientes manos en tu culo, alguien te baja los pantalones de un tirón. Jon, un chaval de treinta y pocos con pinta de construcción, te escupe en el agujero.

"Joder, qué culo más prieto. Vamos a estrenarlo bien."

Mientras tienes la polla de Mikel hasta la garganta, Jon te mete dos dedos de golpe. No hay lubricante, solo saliva y ganas. El dolor te electrifica, mezclado con el colocón del cristal.

"Dale un pase antes de que entre", dice Asier, el más joven, morocho con perilla. Te acerca un poppers abierto a la nariz. "Respira hondo, perra."

Una, dos, tres caladas profundas. La cabeza te da vueltas, los músculos se te relajan, y Jon aprovecha para meterte la polla de una embestida. Gritas ahogado con la polla de Mikel en la boca.

"Así me gusta, que grites", se ríe Jon mientras te folla sin piedad.

Xabier, el quinto tío, un cincuentón calvo con barriga cervecera, se coloca delante t...