Un macho de verdad. Final.

Sin que me diera tiempo de reaccionar, volvió a meter su polla en mi boca ya casi dura y empujo mi nuca contra su pelvis. Su polla volvía a ponerse como una roca. Parecía que cuanto más me humillaba, más se excitaba y que esto le ponía más agresivo.

- Hace tiempo que no me encuentra una escoria como tú, un maricón que sabe cuál es su lugar y lo acepta. Debería ser legal que los machos como yo tengamos a bujarras como tú de esclavos y podamos hacer con ellos lo que nos salga de la punta de la polla. ¡Eso! Relaja la garganta que te la voy a destrozar quieras o no, maricón.

El muy cabrón estaba buscando la manera de joderme lo más posible con su polla. Aceleraba el ritmo de pronto, cuando comenzaba a tener una arcada, presionaba más mi cabeza contra su pelvis, me daba bofetadas, me escupía.

De pronto comenzó a arrinconarme contra la pared de la ducha, y perdí la estabilidad. Él aprovechó para pasar sus velludas piernas por sobre mis hombros de modo que mi cabeza quedó atrapada entre sus muslos fuertes sin posibilidad de zafarse.

Él disfrutaba de tenerme así totalmente a su merced y jodido. Yo sólo atinaba a mantener el equilibrio con mi antebrazo sobre una pared y la mano del otro brazo en el suelo.

Me folló unos minutos la cabeza sin miramientos hasta que en un impulso animal y agresivo me hizo salir de la ducha y ponerme de rodillas frente al váter. Me quedé mirando la taza con la mente casi en blanco. El se sentó en ella con las piernas abiertas.

- A lo tuyo, marica, que sé que te gusta comer polla. Está en tu naturales de invertido.

Comencé a hacerle una buena comida de polla intentando complacerle y utilizar todos los trucos que conocía. Cada vez mis ganas de complacerlo eran más grandes.

Por eso, si bien me quede sorprendido cuando note que estaba comenzando a cagar, intenté continuar con mi trabajo. No obstante, el olor me provocó una nausea y en un movimiento reflejo intenté no seguir chupando. Sus vehementes y fuertes manos impidieron la retirada.

Casi con furia, hundió su polla bien dentro de mi garganta mientras apuraba otro surullo.

- ¡No! No vomites, marica, que te lo hago limpiar con la lengua y después te cago en la boca.

No sé cómo pero logré controlar mi estómago revuelto y mi necesidad de vomitar, a pesar de que el insistía en hundir mi cabeza contra su pelvis una y otra vez sin darme opción manteniendo mi cabeza hundida y mi garganta golpeada durante intensos y largos momentos.

Hundiendo mi cabeza cada vez más, sentí su vientre sobre mi frente contrayéndose.

- ¡Buah! ¡Qué bueno! Todavía me queda un poco de meo para ti. Traga.

Soltó un chorro débil que se escurrió directamente por mi garganta. Senté que aquello de ser un urinario humano se me empezaba a dar bien.

- ¡Eh! Basta de mamar. No te emociones tanto. And...