Perrito en: El Regalo Envenenado

NOTA: Los Nicks que aparecen en este relato son ficticios. En el caso de que existieran, sería una mera casualidad.

Te conociste con Marcos por Xtudr hace dos semanas. Perfil perfecto: 35 años, musculado, fotos que te ponían cachondo solo de verlas. En sus mensajes parecía el activo ideal: dominante pero respetuoso, negativo y con analíticas recientes. Incluso te mandó fotos de sus resultados médicos.

"Ven el viernes por la noche", te escribió. "Tengo algo especial preparado para ti, perrito."

Llegas a su casa en las afueras, una zona aislada. Te abre la puerta sonriendo, tal como esperabas: alto, fornido, una sonrisa que promete diversión.

"Pasa, que vamos a follar como bestias", dice cerrando con llave tras de ti.

Te lleva directo a su cuarto. En la mesilla hay una botella de poppers y... una jeringa ya preparada.

"¿Qué es eso?", preguntas con el corazón acelerado.

"Tu regalo, perrito. Slam de la buena. Te va a gustar."

"No, yo no me drogo así..."

Su expresión cambia. Ya no sonríe.

"¿No? Pues mira esto." Te enseña el móvil. En pantalla, una conversación de Xtudr que no es suya. Es de otro perfil, positivo indetectable. "Soy VírusTop87. Las analíticas que te mandé eran de mi primo."

Se te hiela la sangre. Has caído en la trampa perfecta.

"¿Qué coño quieres?", susurras.

"Que seas mi perrito para siempre. Vas a meterte esto", señala la jeringa, "y después te voy a preñar bien preñado. Cuando salgas de aquí ya serás como yo."

El pánico te invade, pero tu polla traidora se pone dura. El morbo de estar atrapado, indefenso, a merced de este cabrón manipulador.

"Si gritas, los vecinos no te van a oír. Y si intentas irte..." saca unas esposas de un cajón. "Tengo toda la noche para convencerte."

Te das cuenta de que no hay salida. Estás en su territorio, lejos de todo, y nadie sabe dónde estás.

"Venga, perrito. Ponte a cuatro patas y acepta tu regalo."

Tu resistencia se desvanece. El morbo puede más que el miedo. Te pones a cuatro patas en su cama, temblando pero con la polla durísima.

"Buen perrito", gruñe Marcos acercándose con la jeringa. "Sabía que ibas a ser obediente."

Te agarra del brazo con fuerza, te clava la aguja sin delicadeza. El líquido entra en tu torrente sanguíneo y en segundos sientes como si te hubiera alcanzado un rayo.

"¡Joder!", jadeas. Todo se vuelve más intenso: su olor, el tacto de sus manos, la humedad de tu propio sudor.

"¿Te gusta, perrito? Esto es solo el aperitivo."

Se desnuda lentamente, disfrutando de verte drogado e indefenso. Su polla ya está dura, gorda y con las venas marcadas. Se acerca por detrás.

"Ahora viene lo mejor. Te voy a dar mi regalo definitivo."

Sientes su glande presionar contr...