GANARSE EL DERECHO.

Me recibió en chanclas, pantalón de deporte cortito y camiseta de tirantes. Habíamos hablado en la app y cuando se decidió a que lo hiciéramos por WhatsApp, todo estaba más que claro. A las seis y puntual. A las 5 me había mensajeado para insistirme en la puntualidad.
Al llegar, fue simpático. Me llevó a la cocina y sacó dos cervezas. Me hizo leer en voz alta un mensaje en la pantalla de su móvil.
"A las siete y cuarto te recogemos en tu portal. Para llegar un poco antes."
- No quería que pensaras que te echaría tan rápido sin motivo. Es que unos familiares han adelantado la hora.
- Gracias, Rafa - le contesté - no hacía falta que...
- A ver, tío, llevamos casi dos semanas hablando y sin poder quedar... ¡Qué mínimo! - sonrió afectuoso -.
Levanté mi lata para brindar.
- Por haberte conocido, al fin- exclamé.
- Igualmente - contestó él y enseguida cambió de actitud como caso de doble personalidad.
- Vamos entonces para el salón - me hizo una señal y me indicó fuera yo delante. Al mitad del pasillo me agarró por detrás.
- ¿Cuántas veces me has pedido polla, vicioso?
- Desde que vi la foto... No voy a ser hipócrita. Sé que te he cansado con tanto mensajito - admití.
- Bien, me gustan las putitas sinceras - me contestó pegándose a mí espalda. Polla tendrás, pero va a ser a mí manera.
- Desde que me mandaste la foto de tu verga - me volví y le miré pícaramente - casi me la pongo de fondo pantalla-.
Me mandó desnudarme y darme la vuelta un momento. Él, entonces, se quitó el pantalón de espaldas, subió al sofá de rodillas apoyándose sobre el respaldo. Yo esperé.
- Vuelvete. No serás tan tonta de creer que me pongo con el culo en pompa y abierto de piernas para que seas tú... Es que yo soy de la opinión de que en la vida hay que ganarse las cosas. Y tú tienes que ganarte el derecho.
Yo estaba aún de pie a cierta distancia.
- Arrodíllate ante mi culo, perra. Mira entre mis piernas. Me la voy a agarrar hacia arriba para que no quede colgando. No vas a disfrutar de mi buena polla, ni siquiera la verás, hasta que yo quiera.
Me excitó mucho su actitud. Me dediqué a lamer su culo y a echarle unos buenos lapos.
- Ahí, ahí, perra. Dale , dale ahora bien a mi ojete.
Y así estuve un rato. Me puso tan caliente el jueguecito, que me volví loco sintiendo los pelos de su culo peludo en mi lengua.
Se volvió y me dijo que bajara la cabeza casi hasta el suelo. Para no ver. Se sentó y se quitó la camiseta. Se tapó su miembro con la camiseta, ( esa enorme verga cuya foto me había acompañado en mis últimas pajas)
- No es suficiente, nena. A ver, no comes mal el culo pero... Ahora dedícate a lamer mis cojones.
Así lo hice, a centímetros escasos de ese bulto considerable que se intuía tapado bajo su camiseta.
- ¿Sigues queriendo tragarte mi rabo, perra? - me cogió ...