Escrito por: DaddyInyecciones
572 palabras
- Qué alegría tenerte aquí, Dieguito! A ver si conviertes en una costumbre esto de venir a verme
La primera impresión de Diego fue mejor incluso de lo que esperaba. El padrino lo recibió con una sonrisa y un buen abrazo y le besó cariñosamente para que se sintiera bienvenido. Luego le indicó dónde dejar sus cosas y le pasó a la habitación donde estaba la cama. Sólo había una y dormirían juntos, pero era una cama grande y cómoda en la que su padrino le aseguró que estaría a gusto y dormiría bien.
- Además, asi te tengo bien controlado por la noche y también podemos abrazarnos si nos apetece, o puedo jugar a hacerte cosquillas, que de pequeño te gustaba mucho jeje
- Lo del control es una costumbre que se me ha quedado de mi etapa como director de internado, ¿sabes? Mientras estés aquí soy responsable de tí y debo saber siempre dónde estás y lo que haces. Ah, y también te advierto que soy muy exigente con los horarios y la puntualidad y con la higiene, y también con que sigas al pie de la letra los tratamientos que te recete.
Bueno, ponte cómodo mientras preparo unas cosas y enseguida vengo.
Apenas le había dado tiempo a sacar lo imprescindible de la mochila y descalzarse cuando el padrino entró de nuevo en la habitación con lo que claramente era material para una inyección: alcohol, algodón, una jeringuilla y una ampolla. Sin preguntar ni dar opción a nada, abrió el paquete de la jeringuilla y la ampolla y empezó a cargarla mientras le decía:
-a ver, Dieguito, descúbrete el culete que voy a ponerte una inyección que siempre va un rato antes del primer reconocimiento
“Pero…” Diego intentaba decir que si era imprescindible pincharle, pero el padrino no le dejó opción. Ya tenía la jeringuilla preparada y su actitud no dejaba ninguna duda.
- Venga, no te andes con niñerías, que hay que ponerla ya. Luego te das una ducha y te hago el reconocimiento. Es solo un momento, ya verás. Date la vuelta y pon el culo. Relaja, no lo pongas tenso o te dolerá más.
Diego obedeció. Sintió el algodón húmedo y frío con el olor a alcohol, un par de golpecitos en la nalga e inmediatamente el pinchazo. El padrino clavó rápida y limpiamente la aguja en su nalga, acopló la jeringuilla, comprobó aspirando un poco que no entraba, dijo “ahí va, dolerá un poco pero no tenses” y empezó a introducir el líquido, que dolía como un demonio. Diego se quejaba pero el padrino siguió inyectando sin parar. Era bastante líquido y no lo metió de golpe, pero tampoco muy despacio, sino a ritmo constante y firme sin hacer caso a los quejidos que Diego no podía evitar. Acabó pronto, sacó la aguja y apretó un ratito el algodón sobre el sitio del pinchazo y le dio un beso en el culito mientras le decía:
-Ya está, Dieguito, verás como enseguida se pasa. Ya sé que duele, pero tenía que ponértela sin falta.
Le abrazó y besó para calmarle porque...
Diego visita a su padrino 2: la primera inyección
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