Written by: Dohg
547 words
La casa donde vivían Tomás, Marcos, Max, y Lúa estaba silenciosa aquella noche, iluminada solo por la tenue luz de una luna llena que bañaba el jardín y su casita canina. En el aire flotaba una mezcla de calma y nostalgia, una sensación que solo el tiempo —el gran tejedor de historias— puede crear al cerrar un ciclo.
Habían vivido juntos muchas estaciones, y con cada una, el amor creció en formas insospechadas. Sin embargo, el miedo, esa sombra inevitable, estaba siempre presente, recordándoles la fragilidad de esa felicidad que parecía tan sólida. Recordaban con tristeza a Luis, quien se había entregado por completo a ser Max, abandonando una parte de sí mismo para abrazar la libertad y la paz que encontró en su forma más pura. Pero entendieron también que en esa entrega estaba la esencia del amor verdadero: sacrificio y aceptación completa.
La tragedia que alguna vez fue un juego de hipnosis se convirtió en la base para una familia única, un refugio donde todos encontraron su lugar, incluso Kitty, que finalmente se disolvió en el olvido consciente, dejando espacio para la luz y el presente.
Tomás miraba a Max y a Lúa en el jardín, corriendo y jugando bajo la luna, mientras Marcos lo observaba con una sonrisa suave, aliviado y agradecido por ese hogar que habían construido. Sus manos se entrelazaban, un pacto silencioso de amor y apoyo mutuo.
—Nunca imaginé que el amor podría ser así —susurró Tomás—. Raro, imperfecto, pero real y maravilloso.
Marcos asintió, y Max, desde su refugio, levantó la cabeza y soltó un ladrido alegre, como bendiciendo ese momento.
En ese instante comprendieron que la felicidad no era una ausencia total de miedo o tragedia, sino la valentía de seguir amando y cuidándose, aún cuando las circunstancias eran poco convencionales y los caminos, inciertos.
La paz que sintieron fue profunda, acompañada por el latido firme del amor que los sostuvo en cada paso.
Despedidas de los personajes
Luis (en su esencia como Max):
—Adiós al humano que fui, bienvenida la vida pura de este perro. En cada ladrido llevo mi alegría y mi verdad. Soy feliz, soy libre, soy Max.
Tomás:
—Gracias por el amor que me enseñaron y la familia que nunca imaginé. Cada día contigo es un regalo, y aunque extraño al Luis que fue, encuentro paz en cuidar a Max y amar a Marcos. Aquí dejo mi corazón.
Marcos:
—Este hogar y esta historia cambiaron quién soy. Aprendí a amar sin miedo y a aceptar lo imposible. Gracias por la confianza y compañía. Seguiré cuidando de ustedes, con todo mi ser.
Max:
—Guau, guau (gracias por cuidarme, por ese amor sin límites que me hace correr feliz. Siempre seré fiel y parte de esta familia).
Kitty:
—Miau, adiós silencioso. Me disuelvo en la luz del presente, libre para siempre de miedos, llevando con amo...
Mi amigo Luis/Max 11 Todo llegua a su fin
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