Mi amigo Luis/Max 3 Aparece Kitty

Luis y Tomás habían logrado mantener su secreto a raya durante semanas. De lunes a viernes, eran una pareja normal, compartiendo citas, mensajes cariñosos y sueños comunes. Pero cada fin de semana, la metamorfosis ocurría: Luis volvía a ser Max, la mascota perfecta y adorada, hasta el punto de que a veces era difícil recordar que bajo esa personalidad peluda y juguetona estaba el joven con quien Tomás compartía su vida.

Los fines de semana, Tomás cuidaba de Max con esmero: paseos largos, juegos, mimos, incluso pequeños "castigos" cariñosos si Max se portaba travieso. Luis se entregaba tanto que, a veces, durante esos días, parecía que Max tenía más presencia que Luis. Esa dualidad del fin de semana y la semana hizo que su relación tuviera un matiz único, profundo y complicado a la vez.

Pero todo cambió una tarde de sábado inesperada. Marcos, que había quedado para visitar a Tomás, tocó la puerta justo cuando Max y Tomás estaban en medio de una rutina de trucos. Marcos entró justo en el momento en que Max se agachaba para traerle la pelota a Tomás, y su expresión pasó del asombro al desconcierto.

—¿Luis? ¿Eres tú? —preguntó Marcos, sin poder ocultar la incredulidad.

Tomás se puso nervioso y, de repente, con rapidez, decidió actuar. Juntos, atraparon a Marcos y, temiendo que revelara su secreto al resto del grupo, optaron por usar la hipnosis para evitarlo. Con cautela y rapidez, Tomás deslizó palabras tranquilizadoras y Marcos cayó en trance.

Cuando despertó, Marcos no era el mismo. Ahora se llamaba Kitty, un gato pequeño, tímido y asustadizo, según su nuevo personaje hipnótico. Marcos maullaba suavemente y evitaba cualquier contacto brusco, tal como un gato miedoso haría.

Luis y Tomás se miraron con preocupación y algo de culpa, pero sabían que debían proteger su secreto. Pasaron horas, incluso días, decidiendo qué hacer con "Kitty". Sabían que mientras Marcos permaneciera así, no revelaría nada, pero la situación era insostenible.