La venta de esclavos. Parte Final

Mario ya había escogido a Héctor como su primer esclavo. La vez anterior en la que hablamos, le prometí que se llevaría 2 de mis esclavos y a mi Capataz José para su Finca, a un precio negociable, por lo que Mario estaba feliz ya que con esto podría recuperar el tiempo y mejorar su paupérrima cosecha, antes de que acabe el año.

La cosecha de uvas es muy lucrativa, por esto, el negocio de los esclavos sería muy provechoso para mí. Hablé con José para que se impusiera con esos dos esclavos que Mario escogería. Con mano dura, a punta de latigazos y actitud dominante hiciera trabajar a esos perros como nunca en su vida. Si lograban superar las expectativas con la cuota de la cosecha que Mario proyectara, entonces, negociaría con él una bonificación extra por las ganancias que generen estos esclavos. Solo faltaba que Mario escogiera al segundo esclavo. Quedaban 4 opciones, Pedro, Socra, Dan y Manu.

La elección de Héctor tardó mucho tiempo; Mario y yo habíamos bebido lo suficiente, el ambiente es de alegría y festejo por este negocio. Sentados en unos asientos aledaños, levanté mi vaso de buen Whisky, y brindé a la salud de Mario, “¡Salud por Mario!”, dije,

Mario: “¡A su salud Amigo!”

Todo esto ante la atenta mirada de nuestros respectivos Capataces, atentos a obedecernos cualquier orden; Mi fiel José, de pie, con su ropa harapienta, piernas ligeramente separadas, manos en la espalda, cabeza a gachas, me mira por instantes y vuelve su mirada al suelo.

Por otro lado, los cuatro esclavos llevaban esperando más de una hora, colgados de sus muñecas en un gancho dispuesto en la muralla, esposados, desnudos, piernas separadas, sus patas apenas tocaban el suelo, sus vergas imponentes y firmes sostenidas con alambres, palos y algodón, a la vista de Mario; Amordazados, lo que hacía que su respiración fuese de manera agitada, sus bocas secas y sus cuerpos sudorosos por el calor, su transpiración recorría desde su frente hasta sus patas. Cuatro gordos, fornidos y sumisos esclavos a la venta, para que Mario escogiera al próximo.

Mario: “Háblame de esa recompensa que prometiste”, me dice Mario,

“Cuál recompensa, ¿de qué hablas?”, le pregunto. Los cuatro esclavos que yacían colgados en la muralla logran escuchar nuestra conversación.

Mario: “El número 1 hablo de una recompensa, ¿qué les prometiste?”, me contra pregunta,

“Pues dinero, mucho dinero, si logran trabajar bien para ti”, le respondí. Es mentira, ellos son esclavos, por lo que solo les debe importar la felicidad de su Amo, pero sé que están aquí por dinero, y eso los motivaría de cierta forma, aunque sé también que les gusta ser humillados, golpeados y tratados como Animal, lo que es un instinto natural, ya que para ellos no hay nada más fácil que obedecer y nada más satisfactorio que ser castigado y humillado, por eso los escogí, m...