AHIJADO 1 (2/4)

Acabamos en mi casa. Creo que tengo derecho a decir que él no midió las consecuencias de lo que inició. Sí, mi amigo, mi compañero de aventuras, mi hermano y, por qué no decirlo, mi gran amor fue egoísta. Desde siempre, he tratado de disculparlo: prefiero pensar que fue un acto de amor hacia mí. Pero yo siempre he pensado que casi mejor que aquello no hubiera pasado.
- Oye. que si tú no quieres, no hace falta que... - me apresuré a decirle cuando se acurrucó al final de la cama y se dispuso a comérmela.
- Calla, tío, déjame a mí - y se la tragó entera.
- Sé que no hay comparación - me dijo entre risas cuando volvió a extenderse junto a mi, su cara junto a la mía -. Tú la comes de puta madre.
Comencé a besarlo con desesperación. Lo acariciaba, hundía mi boca en sus pezones y en la alfombra peluda que se extendía por su pecho.
- ¿ Me dejarías probarla, Santiago? Tu leche, toda. Tan blanquita, calentita, viscosita, recién salida.
Me corrí mientras él depositaba su licor en mi boca.
- Qué vicio, cabrón, ¡ Qué gusto, tío! ¡ La hostia, qué gusto! ¡Oh! ¡ Ay! ¡ Ah!... Ni las mujeres, niño, ni las mujeres.
Esa fue la primera y última vez. Al terminar, tumbados todavía, se giró un poco y me cogió las manos con las suyas.
-Te lo dije al subir. No quiero que se te olvide. Esto no tiene nada que ver con que tú seas gay, mucho menos con que yo te tuviera pena, digamos que como si hubiese provocado esto por complacerte con condescendencia. Y ni mucho menos porque yo quisiera jugar contigo.
- Esto no debe pasar nunca más - sacudí la cabeza con decisión.
- No, no va a ocurrir. Haberlo hecho contigo no tiene nada que ver con mi orientación. Solo quiero demostrarte que yo tenía ganas de cruzar esta línea contigo. Y prometerte que nunca voy a faltar de tu vida y espero que tú jamás de la mía.
Me levanté pero justo al salir de la habitación, murmuró algo como hablando consigo mismo:
- Si fueras una tía...