Escrito por: ACTIVOLEFERO
1343 palabras
Carlos y Miguel llevaban tres años trabajando juntos en la inmobiliaria. Dos tíos normales, de esos que se echan unas birras después del trabajo y hablan de fútbol y mujeres. Carlos, moreno, complexión atlética, siempre presumía de sus conquistas. Miguel, más rubio, algo más delgado pero con buena planta, era el más discreto de los dos pero igual de mujeriego.
Esa mañana habían cerrado la venta del siglo: un chalet de lujo en las afueras que llevaba meses en el mercado. La comisión era brutal, casi seis meses de sueldo para cada uno.
"¡Joder, Miguel! ¡Somos los putos amos!" gritó Carlos nada más salir de la notaría, dándole un abrazo que casi lo tira al suelo.
"¡Coño, qué subidón! Esta noche nos vamos de celebración y que se jodan todos los demás", respondió Miguel con una sonrisa de oreja a oreja.
Empezaron en el bar de siempre, donde los conocían. Whisky, cervezas, más whisky. La euforia del dinero les hacía sentir invencibles.
"Con esta pasta me voy a comprar una moto que te cagas", decía Carlos, ya con la lengua algo suelta.
"Y yo me largo una semana a Ibiza, tío. A ver si me follo a alguna sueca", contestaba Miguel, riéndose.
A las once decidieron cambiar de local. Fueron a un pub más moderno, donde había más ambiente joven. Ambos intentaron ligar con diferentes chicas, pero la borrachera ya era evidente y no tuvieron mucha suerte.
"Las tías están muy raras hoy", gruñó Carlos después de que una morena le dijera que no con una sonrisa despectiva.
"O nosotros estamos muy mamados", se rio Miguel, tamaleándose ligeramente.
Siguieron bebiendo hasta que el bar cerró. Eran las dos de la madrugada y ambos estaban bastante tocados.
"¿Nos vamos a casa? Tengo el coche ahí", propuso Miguel.
"Ni de coña conduces así. Vamos andando a la mía, está más cerca", respondió Carlos, cogiendo a su colega del brazo.
El apartamento de Carlos era pequeño pero acogedor. Nada más entrar, Miguel se desplomó en el sofá.
"Joder, qué pedo llevo", murmuró, cerrando los ojos.
Carlos fue a la cocina y volvió con dos cervezas más. "Para celebrar como Dios manda", dijo, sentándose a su lado.
Bebieron en silencio durante unos minutos, procesando la resaca que se avecinaba.
"¿Sabes qué, Carlos? Eres un buen tío. Sin ti no habría conseguido esta venta", dijo Miguel, con esa sinceridad que da el alcohol.
"Y tú también, colega. Hacemos buen equipo", respondió Carlos, chocando su cerveza contra la de Miguel.
El silencio se hizo más denso. Ambos estaban borrachos, frustrados por no haber ligado, y la adrenalina de la venta aún corría por sus venas.
"Joder, tenía ganas de follar esta noche", murmuró Miguel, más para sí mismo que para Carlos.
"Y yo, tío. Llevaba semanas sin mojarla", co...
Dos colegas heteros
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