Polis cabrones

Marcos llevaba tres meses sirviendo copas en El Rincón, fingiendo que no se daba cuenta de las miradas que le echaban los tres policías habituales. Había aprendido a reconocer perfectamente a Iván, el sargento veterano que siempre lo miraba con desprecio; Rubén, el corpulento agente que hacía comentarios sobre su trasero; y Javi, el más joven pero también el más directo en sus insinuaciones.

Cada noche fantaseaba con que alguno de ellos le dijera algo más que simplemente pedirle una cerveza.

"Eh, camarero", le gritó Iván una noche especialmente tranquila. "Ven aquí, que queremos hablar contigo."

Marcos se acercó intentando disimular su excitación. Los tres policías habían bebido más de la cuenta y sus miradas tenían exactamente lo que él había estado esperando.

"¿Sabes qué, chaval?", continuó Iván. "Nos caes bien. Siempre tan atento, tan servicial... ¿Te gustaría conocer nuestro piso? Podríamos continuar la fiesta allí."

El corazón le latía desbocado. Por fin estaba pasando.

Rubén se rio entre dientes. "Sí, tenemos algo especial preparado. Algo que te va a gustar."

Javi se acercó más. "Venga, no seas aburrido. Solo son unas copas en casa. ¿O es que tienes miedo?"

"No sé... es muy tarde...", murmuró Marcos, interpretando el papel que sabía que esperaban de él.

"Venga, no seas maricón", insistió Iván. "Solo un rato."

Marcos fingió dudar un momento más antes de asentir. "Vale, pero solo un rato."

El piso era pequeño y desordenado, exactamente como se lo había imaginado. Nada más entrar, Iván cerró la puerta con llave y Marcos sintió cómo la anticipación le recorría todo el cuerpo.

"Bueno, Marcos", dijo Rubén sacando su móvil. "Ahora viene la parte divertida. ¿Sabes por qué te hemos traído aquí?"

"No...", mintió, aunque llevaba meses soñando con esta situación.

Javi le dio una bofetada seca que le hizo tambalearse, y Marcos tuvo que contenerse para no gemir de placer.

"¡Joder! ¿Pero qué coño...?", protestó con falsa indignación.

"Cierra la boca, gilipollas", le soltó Iván. "Aquí mandamos nosotros. Te hemos traído para que nos diviertas."

Marcos se dirigió hacia la puerta, pero solo para darles la excusa que necesitaban. Rubén se interpuso en su camino. "¿Adónde vas, maricón? La fiesta acaba de empezar."

"Esto es una locura, dejadme ir", suplicó, aunque internamente rogaba que no lo hicieran.

Javi le propinó otra bofetada, esta vez más fuerte. "No vas a ir a ninguna parte. Vas a hacer todo lo que te digamos."

"¿Estáis grabando? ¿Estáis locos?", preguntó, pero la idea de que lo grabaran lo excitaba aún más.

"Claro que grabamos", se burló Rubén enfocándolo con el móvil. "Queremos tener un recuerdo de esta noche tan especial."