2 - El Despertar de la Frustración

Las manos de Roberto se enredaron en el cabello húmedo de Kai, tirando con fuerza mientras guiaba la cabeza del sireno hacia su entrepierna. El bote se mecía suavemente bajo el peso de ambos, creando un ritmo hipnótico que acompañaba los gemidos ahogados que escapaban de la garganta del sireno.

"Abre esa boca, criatura," gruñó Roberto, su voz cargada de autoridad mientras desabrochaba sus pantalones. "Vamos a ver para qué más sirve además de cantar."

Kai obedeció sin resistencia, sus labios separándose para recibir la polla gruesa del pescador. El sabor salado, mezclado con el aroma a sudor y mar, llenó sus sentidos mientras Roberto comenzaba a follarse su boca con movimientos lentos pero decididos. Las manos curtidas del hombre se aferraron a su cabeza, controlando cada movimiento, cada respiración.

"Así está bien, pequeño pez," murmuró Roberto, empujando más profundo. "Trágala toda."

El sireno sentía cómo sus ojos se llenaban de lágrimas mientras luchaba por acomodar la longitud completa en su garganta. Sus escamas brillaban bajo la luz de la luna, creando destellos plateados sobre la superficie del agua que rodeaba el bote. Roberto aumentó el ritmo, sus caderas moviéndose con más urgencia.

"Qué boca tan perfecta tienes," jadeó el pescador, su respiración volviéndose irregular. "Naciste para esto, ¿verdad? Para ser usado por hombres de verdad."

Kai no podía responder con la boca llena, pero sus ojos verdes brillaron con una mezcla de sumisión y deseo. Se las arregló para asentir ligeramente, lo que arrancó una sonrisa cruel de los labios de Roberto.

Cuando Roberto finalmente se corrió, lo hizo con un gemido profundo que resonó sobre el agua. La leche espesa llenó la boca del sireno, quien se esforzó por tragar cada gota mientras Roberto mantenía su cabeza firmemente en su lugar.

"Buen chico," murmuró Roberto, acariciando el cabello mojado de Kai. "Pero ahora tienes que irte. Tengo otros planes para esta noche."

Sin más explicaciones, Roberto empujó suavemente al sireno de vuelta al agua. Kai se sintió confundido por la súbita frialdad del hombre, pero obedeció, sumergiéndose en las profundidades mientras procesaba lo que acababa de ocurrir. El sabor del semen aún permanecía en su boca, recordándole vívidamente cada segundo de sumisión.

Pero su curiosidad era más fuerte que su confusión. En lugar de alejarse, Kai se mantuvo cerca, escondido entre las rocas y algas, observando lo que haría Roberto a continuación.

No tuvo que esperar mucho. Otra embarcación se acercó, y de ella descendió un joven de no más de 25 años. Era delgado, con facciones suaves y una manera de moverse que inmediatamente gritaba sumisión. Sus ojos eran grandes y expresivos, y cuando vio a Roberto, su sonrisa fue tímida pero expectante.

"Llegas tarde, Marco," dijo Roberto con tono seve...