Escrito por: Master48
2308 palabras
Al llegar al despacho, a las nueve menos cuarto, quince minutos antes de lo habitual, me encontré a Álvaro junto a la mesa de Fran. Ambos serios, pero mi jefe especialmente agitado. Me miraron, Fran interrogante y Álvaro algo molesto.
- ¡Buenos días, Sr Gómez; buenos días, Fran!
- ¿Podemos pasar a tu despacho, Carlos?
- No pases llamadas ni visitas, Fran, por favor.
Ahora quien se puso serio fui yo. Le di la bolsa del gimnasio a mi asistente y seguí a mi jefe que ya abría la puerta. Al entrar, se giró y, antes de que pudiera decir nada le solté un bofetón que le enrojeció vivamente la mejilla.
- Carlos, ¿cómo llegas…? Hoy…
Le aticé en la otra mejilla que tomó un color a juego con su gemela. Los ojos de Álvaro se volvieron viciosos sin perder un toque de desesperación.
- Carlos, por favor, ahora…
- ¿Tengo que volver a darte?
Le agarré con firmeza del paquete y comprobé que estaba excitado. Soltó un gemido.
- Estoy muy nervioso, Carlos. ¿Cómo puedes…? A las nueve abren Madrid y Londres…
- Faltan diez minutos. Hay tiempo.
Lo dije con toda tranquilidad. Me miró salido y creo que algo aterrado. Saqué un sobre de mi americana y se lo entregué.
- ¿Qué es esto?
- Ya te diré cuándo tienes que abrirlo.
Lo guardó en su americana. Solté su nabo completamente empalmado debajo del pantalón, ahora su mirada reflejó un cierto desamparo. Lo agarré por el cuello con fuerza y lo arrastré hasta mi mesa. Le obligué a apoyar las manos en ella y encendí el ordenador, procurando hacerle sentir toda la erección que me había provocado en su trasero expuesto. Abrí dos páginas paralelas, una con la bolsa de Londres y otra con la de Madrid. Pasé las manos bajo su cintura u le desabroché el cinturón y los pantalones, que cayeron a sus pies. Le bajé de un tirón el bóxer blanco que se encalló con su nabo durísimo provocándole un gemido cuando por fin salió disparado y se pegó a su vientre. Me bajé la cremallera y liberé mi cipote ansioso. Lo froté entre sus nalgas para depositar en la entrada de su recto el flujo que ya manaba en abundancia. Agarré con fuerza sus glúteos firmes y los separé para tener la entrada franca. Sin más lubricante, empujé y le clavé algo más que el capullo, justo en el momento en que los números empezaban a moverse en la pantalla.
- ¡Jodeeeer!
- Has sido un chico malo, al desconfiar de mí, y mereces sufrir por ello. Un poco de dolor te enseñará a no dudar de mí.
- Yo no… Carlos, perdona…
Le solté un fuerte azote y embutí el resto, hasta el fondo. Gritó. Pensé que Fran estaría oyéndolo, pero siempre podíamos atribuirlo a la excitación del momento. Los números nos sonreían, subían a buen ritmo. Agarré el rabo de Álvaro y lo meneé suavemente. Gimió como un gatito. Sin mover el mío dentro de su recto empecé a pajearlo lentamente. Él intentaba follarse con mi ci...
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