Escrito por: Topsecret
2201 palabras
A la mañana siguiente sentía un nosequé que no sabía explicarlo.
Era como una sensación de libertad mezclada con la primera humillación que sufrí como hombre casado, pero al menos había sido con la persona ideal para sufrir eso, con mi querido Santi.
A todo esto, Santi me dijo que la noche que estuvimos su madre no estaba en Madrid pero que no debía saber que habíamos vuelto a vernos porque él la había contado que yo ya estaba casado y tenía hijos, por lo que había que evitar la situación por su visión católica de la vida. Ella debía saber además que yo era pasivo de Santi por lo que pasé junto a él.
Lo que de verdad había pasado esa noche fue muy fuerte para mí. Estaba avergonzado la mitad del tiempo y super excitado la otra mitad. Que con el no pasaba nada porque quedaba entre nosotros es una cosa, pero todo un hombre hecho y derecho, casado y con tres hijos, que se le follase así y además ... lo que quedaba... porque la idea de Santiago era ir a más y más.
Si me hubiese vestido y marchado cuando me pegó el cachete en el culo y me llamó puta, o cuando me hizo ponerme de rodillas ofreciéndole una toalla y con la otra tenía que secarle la parte baja, o cuando me daba órdenes para chupársela como el queria, o cuando me dijo que una vez tragado ya siempre tenía que ir la leche dentro de mi, o cuando me cruzó la cara, o cuando... ¿sabéis lo que pasa?, que repasando todo lo que estoy escribiendo y faltan cosas, me di cuenta de lo que había hecho Santi conmigo, no me refiero a que me forzase a nada, me refiero a que yo estuve allí con él, era libre para irme en cualquier momento, pero no me fui.
Por lo tanto, ¿de que me voy a quejar? Fui humillado y vejado, lo de llamarme puta y darme el cachete en el culo es lo mínimo que se hace con un sumiso, era verdad.
Solo necesitaba unos días para asumirlo, pero ya está.
Además, mi vida empezaba a ser estresante, sobre todo en el trabajo, muchas responsabilidades, por lo tanto ser aprendiz de sumiso de Santi era como que paras la vida, vives esos momentos de ordenes y humillaciones, nadie se iba a enterar salvo Santi y yo.
O sea, que tenía razón, iba a empezar a saber lo que era, bajo su mano dura pero en total confianza.
El polvo blanco además me ayudaba a desinhibirme y entregarme totalmente a él, con la medida que él ponía dependiendo de lo que fuese a hacer.
La verdad es que yo nunca sabré si el polvo blanco me hizo pasar barreras o si las iba a pasar por mí mismo, pero era importantisimo para mí, si no me atrevia a hacer algo, con una o dos rayitas ya estaba listo.
No estoy diciendo que llegué muy lejos en la práctica, y veréis por qué, pero sí que estaba preparado, además con mi querido Santi, para llegar donde quisiese él.
Santi me había cogido el tranquillo y lo que hacia era decirme por poner un ejem...
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