Desde mis principios como máster XXIX

(El cuerpo del mensajero se lo debemos a la foto de perfil de un lector muy amable). La tarde del domingo transcurrió plácidamente. Trabajamos para ultimar detalles y llevar bien preparada la reunión del día siguiente. Sobre las ocho llamé a Laura.
- ¡Hola, amor mío!
- Hola, querido, ¿nervioso?
- La verdad es que no.
- Vas fuerte… - Rio.
- Voy bastante sobre seguro. ¿Qué tal tú?
- Agotada, esto es más duro de lo que me pensaba, pero aprendo un montón, cada día, y me hace feliz. Pero te echo mucho de menos.
- ¿Mi conversación florida o lo otro?
Rio con más ganas.
- Sobre todo, tu sentido del humor.
- Ah, pues los chistes te los puedo explicar por teléfono… Pero si te apetece algo más… Estaba pensando en hacerte otra visita dentro de unas semanas.
Álvaro me sonrió con una dulzura infinita.
- ¿De verdad? ¡No sabes cuánto lo necesito! ¡Tengo tantas ganas de verte, y…
- Y de eso habrá todo lo que quieras, yo también me muero de ganas. El plan es quedar en Nueva York y pasar un par de días juntos. Y, si puedes escaparte, me gustaría que vinieras, aunque solo fuera un fin de semana, para estar en el cumpleaños de Manu. Me ha pedido celebrarlo con la familia en la casa del pueblo y que pudieras estar por videollamada, pero se llevaría la sorpresa de su vida si vinieras en persona.
- ¡Es verdad! ¡Y son dieciocho! Creo que puedo coger algunos días, pero me aseguraré mañana. Me parece un plan maravilloso. ¿Ya sabe tu jefe que te coges unos días?
La pregunta me extrañó. Miré a Álvaro que me estaba preparando un negroni con una sonrisa beatífica en los labios.
- Sí, claro, no hay problema.
Notó la extrañeza en mi voz.
- Claro, cómo ibas a hacer planes sin tenerlo todo atado, ¡Qué tonta!
- Aha. Bueno, concretamos fechas y vamos hablando. Un beso, amor mío.
- Otro. Muy fuerte.
Colgamos. Me había sentado en el sofá y Álvaro me ofreció el cóctel. Lo atraje hacia mí y lo senté a mi lado, con su cabeza recostada en mi pecho y mi mano libre acariciando su cabeza. Di un trago largo y acerqué el vaso a sus labios. Bebió.
- ¿Todo bien?
Me miró con la sonrisa más amorosa del mundo.
- Todo perfecto.
A la mañana siguiente, a las diez menos cinco ya estaban todos los jefes de departamento en la sala de reuniones cuando llegamos Álvaro y yo. Antes de empezar, me acerqué al del departamento de comercial.
- Antonio, ¿cómo va el Sr. Borja Gómez?
- Me alegro de que me lo pregunte, Sr. Comas. ¡Impresionante! Parece mentira, en un chico tan joven, y siendo quien es. Trabaja con ahínco, es buen compañero. Mire, cuando me lo envió, pensé que me endosaban una carga… o un espía, y ha resultado todo lo contrario. Se ha ganado a todos los compañeros, especialmente a Rosa, la mayor de todos, que le ha cogido mucho cariño y lo tiene medio adoptado. Parece ser que...