Recursos Subhumanos 5

Desperté muy temprano, nervioso y algo avergonzado de haber hecho todo lo que hice el día anterior, abrí mi alacena y la vi vacía.

Pasé la mañana buscando trabajos en internet, tenía que encontrar la manera de renunciar a aquel trabajo tan extraño que, aun sin haber sido aceptado, ya me había causado tantas humillaciones.

No encontré ninguna oferta en línea para alguien de mi edad. El tiempo se me fue pasando muy rápido. Cuando vi el reloj ya eran las cuatro de la tarde y no había comido nada.

Salí a comprarme una sopa instantánea y un refresco y al volver recibí un mensaje en mi celular: “Tus exámenes médicos salieron muy bien, has sido aprobado, mañana preséntate a las cinco de la mañana en el corporativo. Lleva ropa deportiva y prepárate para una capacitación en retiro de dos semanas”.

Me llené de angustia, no quería ir al retiro aquel y tampoco quería ese trabajo. Llamé a Libardo pero no me tomó la llamada, traté de llamar a Pablo pero tampoco me respondió. Envié en un mensaje a su celular pero no obtuve respuesta. Redacté una carta de renuncia pero no la envié… la imprimí para llevarla al día siguiente.

Pasé la noche en vela pensando qué le diría a Pablo al día siguiente, estudié mis palabras con mucha atención y las horas se fueron pasando muy rápido… cuando miré el reloj eran las cuatro de la mañana…

Algo adentro de mi, tal vez la voz de Libardo, tal vez mi propia necesidad, me hicieron preparar mi maleta para hacer dos semanas de entrenamiento. Dediqué algunos minutos para enviar dinero a mi ex esposa y para avisar que en dos semanas estaría fuera de la ciudad

Me di un baño y pedí un auto para ir al corporativo, todavía en el camino me asaltaban las ganas de regresar a casa… llegué cinco minutos antes de la hora.

En la entrada de la empresa ya nos esperaba una camioneta

-Bienvenido Hugo- dijo Libardo sonriendo bien instalado en su papel de director de recursos humanos.

-¿Subo a la camioneta?- le pregunté esbozando una sonrisa para tratar de esconder mis miedos

-Aún no, vamos a esperar a que lleguen todos- dijo Libardo en tono amistoso.

Junto a Libardo ya estaban dos de mis compañeros de trabajo: Renán el asistente de contador, un hombre de 35 rubio y alto, delgado y atlético, con la cara muy delgada. Renan era el típico compañero de trabajo que se tomaba muy en serio su responsabilidad, escuché alguna vez que era fanático de los deportes extremos.

El otro era Jimeno, un hombre de 32 años, moreno de baja estatura, de una complexión muy atlética. Solía trabajar en el área de limpieza y era la persona que resolvía todos los problemas en las instalaciones de las oficinas.

Al poco rato llegó Ulises, bufando, venía corriendo; Ulises siempre sonreía, sin importar las circunstancias, era como un niño gra...